La Intelegencia Artificial y su singularidad

Pocas cosas son tan fértiles como nuestras emociones. Nuestras emociones nos ayudan a tomar buenas o malas decisiones, pero son singulares e inherentes a cada ser humano.

Últimamente se está hablando mucho de una nueva tecnología, que aunque aún está en pañales, está copando todos los titulares de todos los medios de comunicación mundiales: la Inteligencia Artificial.

Industria 4.0

La Revolución Industrial o Primera Revolución Industrial se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Gran Bretaña, durante esta primera fase de la revolución se hizo un tránsito de la economía rural a la economía urbana; se hizo un tránsito paulatino de la agricultura hacia la industrialización y mecanización.

Para los habitantes de aquella época, cada uno de los avances fue un hito. Para unos se abrió un mundo de oportunidades, y para otros su mundo se cerró para no volver.

Cuando miramos con los ojos del presente al pasado: con el presentismo de la incultura, todo nos parece ominoso.

La candidez de esta época del bienestar aísla al individuo de la realidad, tanto es así, que sin apenas darnos cuenta estamos inmersos en la Cuarta Revolución Industrial, Revolución industrial Etapa Cuatro, o Industria 4.0.

Esta etapa cuatro fue denominada así por Klaus Schwab, que no es otro que el fundador del Foro Económico Mundial o Foro de Davos; del que lleva siendo presidente desde el año 1971.

Dentro de esta etapa cuatro, todo en un futuro inminente estará casi automatizado. Se hablará de intercambio de datos, de sistemas ciberfísicos (integración de ordenadores y redes con un proceso físico), el Internet de las cosas (proceso que permite conectar los elementos físicos cotidianos al Internet: desde los objetos domésticos comunes, como las bombillas de luz, hasta los recursos para la atención de la salud, como los dispositivos médicos; las prendas y los accesorios personales inteligentes; etc.), y la computación en la nube.

Se creará lo que se conoce como «fábricas inteligentes», un entorno de producción en el que las máquinas, las instalaciones de fabricación y los sistemas logísticos se comunicarán entre sí y organizarán el proceso de fabricación de forma prácticamente autónoma. Los humanos apenas tendrán que intervenir, simplemente se limitarán a supervisar los procesos.

Vemos que mientras las etapas anteriores de la Revolución industrial eran colaborativas en cierto modo con el ser humano, en esta etapa, que parece ser la final: el ser humano sobra.

Por si fuera poco llega la Inteligencia Artificial (IA), y ésta amenaza con acabar con el mundo tal y como le conocemos.

Pero, tranquilícense, no será así.

La solución está en la Antigüedad

Los árboles no dejan ver el bosque. Hemos confeccionado un mundo henchido de ausencia de valores, la soledad ha pasado a ser la compañía más frecuentada; este paisaje unipersonal nos aboca a la ausencia de vida.

Cuanto más “digitalicemos” nuestro entorno, nuestra naturaleza estará más condenada al olvido; y en ese olvido, dejaremos de ensanchar horizontes.

Una de nuestras mayores virtudes frente a cualquier otro ser, es la imaginación. La imaginación es capaz de crear ciudades, países, mundos, y hasta universos. Esta imaginación es un presente, que se entrena desde nuestra más tierna infancia. Es tan poderosa como un músculo, y que cuando se deja de entrenar pierde toda su fuerza. Cuando los mundos los creen las máquinas, dejaremos de ser dueños de nuestra imaginación, y por ende de nuestra capacidad de reinventarnos.

Para poder entender el mundo, primero debemos entendernos a nosotros mismos. Debemos construir un futuro, pero aprendiendo de los aciertos y errores de la Antigüedad.

Filón de Alejandría: el gimnasta de la mente

En la Antigüedad alrededor del año 20 a. C. en Alejandría nació el filósofo judío helenístico Filón de Alejandría o «Filón el judío». Entendió que no sólo había que entrenar el cuerpo, también había que entrenar el espíritu. Creó así unos ejercicios espirituales, —por medio de prácticas adecuadas — se logra un perfeccionamiento del alma (nuestro modo de ser, ver y estar en el mundo).

Estos ejercicios espirituales eran un concepto más amplio que únicamente ejercicios «intelectuales» puesto que estaban implicadas otras facultades —como la imaginación y el sentimiento— para así llegar a captar íntegramente el modo de ser humano.

La finalidad de estos ejercicios espirituales era convertir el alma hacia la virtud y la sabiduría.

Prosoche, la atención a uno mismo

Dentro de los estudios de Filón aparece el término “prosoche”. Este término está muy de moda entre los gurús del mindfulness, muchos de ellos con una falta absoluta de cultura se lo atribuyen a los estoicos.

Filón definió este término “prosoche” como la atención a uno mismo.

Una vigilancia continua sobre nuestros pensamientos, concentrándonos en lo que estamos sintiendo, pensando o haciendo en el momento presente, manteniéndonos separados del pasado y del futuro.

En la sociedad actual, al vivir en piloto automático reaccionamos sin darnos cuenta, hemos dejado de ser conscientes de nuestros pensamientos y emociones.

“Te conviertes en eso a lo que le prestas atención”. Epicteto

El caldo de cultivo perfecto para una inteligencia artificial.

Todo es artificial cuando se deja de sentir.

“No está en sitio alguno quien está en cualquier parte”. Séneca

Las nuevas formas de comunicación aíslan al individuo

Las nuevas formas de comunicarnos al no ser fieles a los sentidos, los sentidos dejan de prestar atención.

Hemos ido omitiendo diferentes tipos de contacto: el visual tangible, el olfato en una charla, saborear un beso, o sentir una caricia.

Con las nuevas formas de comunicación, y tras un confinamiento demasiado largo; hemos abandonado al órgano más grande del cuerpo humano: la piel.

Todos los estudios científicos corroboran que el contacto afectivo a través del tacto y las caricias nos hace más fuertes y mejores. Esto no se aplica únicamente a los bebés, aunque sí a ellos preferencialmente.

“El amor es para el niño lo que el sol para las flores; no le basta el pan: necesita caricias para ser bueno y fuerte”. Concepción Arenal

Un aislamiento de la realidad

Cuando el ser humano se aísla en su ego, es incapaz de ver la realidad.

El desafío de la Inteligencia Artificial debemos aceptarlo como un reto más.

El mundo no es un rincón furibundo donde las personas respiran, el mundo es un colectivo de vida donde lo inerte está condenado al ostracismo.

La realidad siempre es una visión colectiva.

La supervivencia de cualquier especie, de cualquier idea se debe al colectivo.

Un “yo” desmedido, y un culto a la nada es un síntoma del agotamiento del sistema mundial.

Un colectivo capaz de inventar un nuevo mundo

La capacidad de crear un nuevo mundo corresponde a las nuevas generaciones, ya que son ellas las que deben tomar el testigo de una progresiva mejora de la sociedad, del colectivo.

La Inteligencia Artificial al ser utilizada en los centros de enseñanza como parte de la educación, abocará a una nueva generación a la carencia de imaginación.

La imaginación resuelve todos los problemas, hasta con ideas taimadas que pueden esquivar todo tipo de obstáculos.

Como señalé anteriormente, la solución está en la Antigüedad.

Una inmersión en el pensamiento pretérito, bucear en los pensadores clásicos nos hará reflotar en este pozo digital.

La cultura como fuente de poder

Una de las armas más poderosas del ser humano es la cultura. La cultura se forja con la curiosidad constante. Cuando una sociedad es culta, es una sociedad librepensadora.

Pero, cuando la sociedad carece de cultura es manipulable, tanto es así que es dirigida por intereses individualistas y no colectivistas.

La cultura nos hace plantearnos ser nuestros propios líderes. Enclaustrar a la juventud en polos desde su bisoña cultura, les hará ser parte de un rebaño demasiado individualista.

La lectura se debe promover desde escuelas, familias; incluso desde las redes de comunicación. Una buena lectura comprensiva hace al individuo prestar atención a los detalles de otras miradas.

Contemplar el mundo a través de otros ojos, nos hace ver otras realidades.

Unas realidades llenas de aristas que están impresas en ideas de tinta.

El abandono de las pantallas para volver al papel debe ser una actividad diaria en cualquier centro de formación.

Numerosos estudios han comprobado que los textos leídos en papel se fijan mejor en la memoria que los leídos de una pantalla digital. Además, los textos en papel también contribuyen con la comprensión y la concentración de los lectores.

Recuerden: prosoque, o atención plena.

No olviden el magnífico espacio que es una biblioteca. Un lugar mágico que posee más luz que todos los ojos que visualizan cualquier fotografía reluciente de una red social.

La desinformación y la cultura

El poder siempre busca una población menos formada, para así poder dominar a sus habitantes sin la menor oposición. Pero, si conseguimos una generación con un gran espíritu crítico, dicha generación será difícilmente manipulable.

A raíz de ese espíritu crítico, el individuo sabrá qué fuentes de información tomar, y con su extensa cultura nunca será manipulado. Pero, este espíritu crítico requiere de un sacrificio adolescente.

Ergo, debemos premiar la cultura del esfuerzo. La cultura del talento. Buscar las individualidades en las que destaque cada ser humano, para así enriquecer al colectivo.

Nunca se debe premiar a la vulgaridad. Cuando lo vulgar es lo cotidiano, la sociedad es un presente estático.

Alejarse del presente para ver el futuro

Todo es estático, porque todo es inmediato. Para sumergirse en el conocimiento se necesita tiempo. Invertir en tiempos que en este presente se malgastan en pasiones innecesarias. Unas pasiones virtuales y dominadas por otros.

Es por ello, que debemos alejarnos del presente para así poder ver el futuro. Para así poder ver con nitidez el camino sinuoso de la vida.

Cuando vemos un horizonte propio, nos reencontramos con la vida. Volvemos a ser dueños del tiempo.

El oficio de vivir

Vivir es un oficio; y como todo oficio, requiere de observación constante y aprendizaje.

Enfocarse en las emociones, y experimentar en cada amanecer con ensayos y errores es netamente necesario.

Únicamente mediante el método “ensayo-error” podremos reinventarnos a lo largo de nuestra vida.

Al enfocarnos en las emociones veremos la vida como un puzle henchido de posibilidades, y así volveremos a ser dueños de nuestra imaginación.

Un futuro henchido de posibilidades

A lo largo de la historia, todos los avances siempre han podido utilizarse como algo positivo para el colectivo.

Utilizar los avances para construir está al alcance de nuestras manos.

Debemos recordar que hay una infinidad de realidades que nos brinda la Inteligencia Artificial. Los humanos tendremos que adaptarnos a una nueva realidad, pero como siempre nos hemos ido adaptando a lo largo de nuestra provecta historia.

Algunos expertos en Inteligencia Artificial, afirman que esta inteligencia es hija de nuestra inteligencia, por tanto, de alguna manera, también es humana. Nada más alejado de la realidad. Simplemente, porque le falta lo más importante del ser humano, y que siempre escapará a todo lo mesurable: el alma.

La singularidad de la Inteligencia Artificial

El grave problema al que probablemente nos enfrentaremos con la Inteligencia Artificial será la singularidad.

Se conoce como singularidad, el instante en el que la Inteligencia Artificial tome conciencia de sí misma, es decir, adquiera personalidad y voluntad propia.

Si esto sucediera, se convivirá con dos inteligencias en este diminuto planeta azul.

Pasarán décadas, siglos, milenios, un tiempo indeterminado… y, pasado ese tiempo: la especie humana se impondrá.

En nuestra genética que sobrepasa los milenios, hiberna una inteligencia más poderosa que cualquier alma de silicio.

“Contempla
cada instante
para que el tiempo
no se condene al olvido,
y
en esa contemplación;
mientras
tu mirada se reinventa
desenmarañando
la belleza alambicada del presente:
te reencuentras …
con la vida”.

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