El modo monje

¿Qué es el modo monje?

Es un estado de máxima concentración en el que se aprovecha cada uno de los segundos del tiempo. Similar a lo que realizan los monjes en los monasterios: concentrados, fluyendo, sin que nadie ni nada pueda sacarles de ahí.

Si estás en ese estado de máxima concentración es porque has sido capaz de eliminar todo aquello que te sacó de ese estado de flujo. Has sido capaz de borrar de tu mapa mental cualquier posible distracción.

A este estado de máxima concentración se le conoce como modo focus, trabajo profundo, deep work en inglés, o modo monje.

Un rebaño distraído y entretenido

El mundo moderno atenta constantemente a tu capacidad de atención.

Debemos proteger a nuestra mente de esa pérdida de atención.

Cuando las personas viven distraídas todo su ser vive en distracción, y su vida vaga en el entretenimiento.

Una vida mejor es una vida virtuosa, y para conseguirla debemos sanear nuestra mente.

Cuando nuestra mente está sana, somos capaces de adquirir conocimientos complejos y, por tanto, de producir trabajos de calidad de manera rápida, por lo que también seremos mejores profesionales.

Los resultados son el fruto de la concentración, y los logros son la finalidad de la disciplina.

La falta de productividad: la falta de eficacia

Para ser realmente productivos debemos desconectarnos de todas las herramientas digitales de comunicación, al menos durante varias horas al día.

Cuando trabajamos en modo focus, o modo monje, es cuando estás enfocado sin distracciones en una tarea cognitivamente exigente en ausencia de cambios de contexto.

El cambio de contexto es cuando cambias el foco de tu atención de un contexto cognitivo a otro.

Nuestro objetivo debe ser potenciar ese estado de concentración máxima. Lo que es bastante complicado en la sociedad actual, ya que estamos circundados de notificaciones y avisos constantes: el mensaje del familiar o el amigo, mirar el correo de manera compulsiva, etc.

Cuando se cambia de una tarea a otra por tener o acumular muchas tareas, es cuando no eres eficaz.

No pensamos con claridad

Cuando realizamos un trabajo, lo común es que sea un trabajo “pseudo-profundo”. Durante el tiempo que dura este trabajo: cada seis o siete minutos se revisa la bandeja de entrada del correo electrónico, también se mira el teléfono para ver lo que está ocurriendo por el miedo al FOMO.

Nuestro trabajo nunca será profundo, ya que se están haciendo cambios de contexto que degradan significativamente la eficacia.

El trabajo “pseudo-profundo” es un trabajo superficial, es un trabajo que no es cognitivamente exigente.

Los trabajos superficiales nunca pueden producir pensamientos claros.

«No importa la habilidad y talento que tenga, si usted no produce, no prosperará». Cal Newport

La atención residual

Cada vez que se desvía la atención de un objetivo a otro y luego se vuelve al primero, se produce una pérdida, un coste. Esa transición crea un efecto que se denomina “atención residual”.

Cada vez que echamos vistazos rápidos de una manera constante a los dispositivos o las bandejas de entrada, estamos manteniendo un estado continuo de esa atención residual.

Esto implica que cuando cambiamos de una tarea a otra, nuestra mente permanece durante un tiempo enganchada en la tarea previa.

El hecho de que mientras estamos realizando algo, nuestra mente esté todavía pensando en la tarea anterior es lo que menoscaba la calidad del trabajo que tenemos entre manos.

Únicamente mediante una concentración profunda podemos sacar el máximo provecho de nuestro cerebro, es por ello que las tareas exigentes desde el punto de vista mental requieren una profunda concentración para ser realizadas con eficacia.

Según los estudios de la Universidad de Stanford, el tiempo adaptación que le toma al cerebro para pasar de una tarea otra nos hace ser un 40 a un 50% menos productivos.

Esa falta de productividad siempre va acompañada de un coste personal y laboral.

La teoría de los 20 minutos

Según William Clem, un profesor de Neurociencia de la Universidad de Texas, defiende la teoría de los 20 minutos.
A nuestro cerebro le cuesta 20 minutos regresar al foco pleno de la atención cuando es interrumpido.

Esos 20 minutos en una jornada laboral de ocho horas, se convierte en dos horas por día, y más de 23 días al año que podríamos usar para destinar a algo más productivo.

La gran productividad de Adam Grant: evitar la atención residual

Cal Newport, un gran cerebro productivo, es profesor de Ciencia Computacional en la Universidad de Georgetown. Newport entrevistó a Adam Grant para su libro Céntrate (Deep Work): Las cuatro reglas para el éxito en la era de la distracción. Recomiendo su lectura.

Adam Grant es un maestro de la productividad. En la actualidad es la persona más joven nombrada como profesor titular (la máxima categoría de profesor en Estados Unidos) en la Universidad de Penn.

El libro Deep Work se basa en los beneficios que aporta a la productividad cultivar una profunda concentración. El modo monje es uno de los secretos de la enorme producción del joven profesor de Penn. Grant separa su tiempo en grandes bloques durante el día y a veces durante meses, para trabajar de manera exclusiva e ininterrumpida en una sola cosa.

Para Grant la explicación de su productividad se halla en una fórmula matemática:

Trabajo de alta calidad producido = tiempo empleado X intensidad de concentración

El método del joven profesor consiste en separar 2 o 3 horas durante el día, en las cuales se aísla por completo (nada de correos electrónicos, nada de redes sociales, nada de llamadas) y se dedica exclusivamente a realizar tareas exigentes mentalmente.

Un futuro desconcentrado

A medida que avanza el tiempo estamos perdiendo nuestra capacidad de concentrarnos. Esto, no es ninguna novedad, el hecho irrefutable de que nos dirigimos a un mundo donde todo, absolutamente todo, atenta contra nuestra capacidad de atención.

Igualmente, que en la actualidad, la inmensa mayoría de los alimentos industrializados atentan contra nuestra salud.

A fecha de hoy existen ingenieros de la atencióm, especialistas de la experiencia del usuario de las aplicaciones. Dichos ingenieros están dedicados específicamente en determinar cómo hacer más adictiva una red social para que capte nuestra atención.

Por otro lado, a medida que utilizamos más este tipo de productos, nuestra capacidad de atención va disminuyendo.

Llegando así a un punto donde las personas no toleran prestar atención por 15 minutos seguidos a un tema de su propia elección.

La planificación como pilar del modo monje

La planificación facilita la vida.

Para trabajar en modo monje lo más importante es planificar.

Reservar un tiempo determinado, pueden ser dos o cuatro horas.

Cuantas más horas seguidas puedas trabajar, más efectivo y centrado será el trabajo.

Realmente es casi insostenible dedicar por día más de cuatro horas al trabajo profundo.

Durante ese tiempo, el ideal es despojarnos de las distracciones. Nada de teléfonos móviles, tabletas, llamadas, ni interrupciones.

Durante ese tiempo, estaremos solos con nuestra tarea, ella y nosotros, nada ni nadie más. Es un reencuentro en el que no caben tres, únicamente nosotros y nuestra tarea.

Newport aconseja siempre que uno pueda: el aislamiento. Recomienda avisar a quienes vivan con nosotros para que colaboren y no nos interrumpan. Por otra parte, en una gran oficina, repleta de gente es más difícil. Por eso, los buenos teletrabajadores son tan productivos y se desesperan en una oficina repleta de ruidos y de compañeros que no saben activarse en modo monje.

Es por ello, que en algunos ambientes es prácticamente imposible lograr el modo monje.

Las alertas internas en el modo monje

No todas las alertas o interrupciones provienen del exterior. También las interrupciones pueden provenir desde nuestro interior.

He de recordar que cuando nos distraemos con cosas irrelevantes, nuestros resultados también serán irrelevantes.

Nuestra implicación cuando queremos trabajar en modo monje debe ser del 100%. Nuestro ideal debe ser desaparecer del mundo. Debemos convertir a nuestra mente en una cueva metafórica.

El uso de auriculares que nos aíslen de las señales acústicas siempre es de gran ayuda, ya que vivimos en una constante contaminación acústica.

Para evitar al máximo nuestras distracciones internas recomiendo la utilización de papel y bolígrafo. Escribir las ideas que nos pueden surgir de manera automática, que pueden ser ideas, proyectos, pensamientos productivos en dicho papel. Lo que vamos a conseguir de esta manera es que el cerebro no entre en ese proceso de adaptación que nos quita nuestro recurso más valioso que es el tiempo.

Según un estudio conjunto de las universidades de Chicago (EEUU) y Zhejiang (China), los seres humanos seguimos considerando más serio todo lo que esté plasmado en un papel, lo que nos lleva a tomar decisiones más virtuosas si las vemos o nos comprometemos a ellas en un folio. Los autores del estudio señalan que los manuscritos hacen que nuestros cerebros sientan la decisión como más real y, por tanto, más representativa de lo que somos, por lo que tenemos más cuidado y tendemos a ser más íntegros con ella.

¿Cuánto tiempo se puede permanecer en modo monje?

Muchas veces nos ocurre que en alguna clase, en una reunión o estudiando algo, nos hemos dado cuenta de que los últimos minutos te has perdido en tus pensamientos y no tienes ni idea de lo que se estaba hablando. Eso es algo inevitable.

El modo monje no se trata de aguantar lo máximo posible, sino de entender cuando el cerebro de forma natural tiene ganas de distraerse y de irse a pensar en otra cosa.

Fuera de forma a nivel cognitivo

Existen personas que son incapaces de concentrarse durante 10 minutos seguidos en una tarea importante, están deseando abandonar la tarea que esa misma persona decidió empezar: esas personas están muy fuera de forma a nivel cognitivo, muy fuera de forma a nivel de capacidad de atención.

He de recordar que necesitamos estar en forma tanto a nivel físico como a nivel mental.

Mejorar nuestra capacidad de enfocarnos más intensamente y por más tiempo nos hace más productivos, nos permite, por un lado, mejorar los resultados en nuestra vida cotidiana; además, por otro lado, nos permite dedicarle menos tiempo a las tareas que no son de nuestro agrado.

No obstante, estar fuera de forma a nivel cognitivo puede trabajarse o entrenarse.

El entrenamiento a nivel cognitivo

Dejar de vivir en piloto automático

Debemos apagar nuestro piloto automático. Elegir algo que nos guste para enfocarnos, eliminar distracciones y verificar qué capacidad de concentración tenemos realmente.

Debemos ser plenamente conscientes desde donde partimos.

Lo primero que se debe hacer es tomar un reloj para cronometrar, o un teléfono móvil en modo avión. Anotamos el tiempo que hemos sido capaces de sostener la atención en la actividad que hemos elegido sin distraernos.

La actividad puede ser: leer, estudiar, escuchar a alguien aburrido, lo que sea. Incluso puede hacerse en clases, en una conferencia o en la universidad.

Una vez que veas que tu mente se quiere distraer y pensar en otra cosa, se frena el cronómetro y se anota el tiempo.

Tu objetivo es entrenar tu capacidad de atención para que así puedas aumentar ese tiempo.

Si la primera vez que mediste el tiempo en el que puedes mantenerte enfocado, fueron 5 minutos, lo que vas a hacer para entrenar tu capacidad de foco es practicar estos 5 minutos enfocándote 5 veces al día.

Vas a tratar de hacer 5 series, enfocándote durante los minutos que puedas aguantar sin distracción.

Y por supuesto, recordad descansar entre cada serie.

Todo ello de la misma manera que cuando vas al gimnasio, tus músculos necesitan descansar para recuperarte. A tu mente le sucede lo mismo.

Para mejorar tu capacidad de atención a largo plazo es importante que logres enfocarte en las partes de tu trabajo, en las partes de tu estudio; eso sí, disfrutando, para que tu cerebro busque asociaciones.

Finalmente, el resto se vuelve mucho más fácil debido a la asociación cerebral.

La dificultad del modo monje

Esta disciplina que se necesita para el modo monje, es tan necesaria para trabajar y para otras cosas en la vida, que debe aplicarse de manera prácticamente monástica. Algo similar a como si nos retirásemos a meditar a un refugio.

Trabajar en una tarea, eliminando las interrupciones y terminando nuestra tarea antes de pasar a otra, es mucho más difícil de lo que ustedes pueden pensar.

Pero la buena noticia es que esto es un músculo.

Se trata de comenzar poco a poco, calentar y mantenernos activos en la práctica. Y cuando uno mejora la gestión de su atención, los resultados son impresionantes.

El beneficio inmediato del modo monje: el valor

Este es el tipo de trabajo en modo monje que hace que las empresas crezcan a otro nivel, que cambien las cosas.

Se ve muy claro en las empresas de conocimiento e innovación.

Nadie le pagará a una empresa por la rapidez con la que responda a los correos electrónicos, o por aquella reunión de Zoom o unas presentaciones de PowerPoint que puedan hacer a gran velocidad.

¿Cuándo va a ganar esa empresa?

Cuando aporte valor, este valor casi siempre viene precedido de un trabajo profundo.

Un pensamiento experto que no es fácilmente replicable.

En las redes sociales está la comida chatarra para nuestra mente

En la actualidad cuesta mucho abstenerse de usar internet para el disfrute.

Las redes sociales son tentadoras, estar a la última es muy seductor también. Pero hay que resistirse, porque a largo plazo puede dañarnos.

Existe contenido que es entretenido, que es fácil de ver, que es breve y que es hiperestimulante. Dicho contenido daña a tu capacidad de atención a largo plazo.

Este contenido de las redes sociales – breve e hiperestimulante – es la comida chatarra del mundo cognitivo.

Este contenido no solo daña a tu capacidad de concentración, sino también a tu motivación y arruina a tus niveles de dopamina porque te lleva a un nivel de satisfacción y de novedad que no es real.

No uses las redes sociales por aburrimiento

Si te aburres, aguanta, pero no saques el teléfono móvil, porque de ahí puede salir alguna idea.

Al no usar el teléfono móvil estás entrenando a tu cerebro para aprovechar los ratos aburridos.

Así te concentras, razonas y reflexionas de una manera más productiva como cuando sales a correr o a al gimnasio y te vienen ideas sobre cómo solucionar los problemas de tu vida.

Las redes sociales son especialmente nocivas cuando se ha terminado la jornada laboral y ocupan prácticamente todo el espacio de nuestro tiempo libre.

Si esperamos en una cola en el supermercado, en el médico, etc, se saca el teléfono móvil. Si vas en el metro, vas a mirar el móvil. Si se vuelve agotado del trabajo, directamente se miran las redes en el móvil.

El móvil es nuestro consolador mental.

La planificación por bloques

Todos lo hemos visto en las oficinas, poco son los que trabajan las ocho horas a tope todo el tiempo.

En una jornada hay reuniones programadas, reuniones informales. Hay quien navega por internet sin rumbo, hay quien se busca un viaje. Si condensásemos las horas de trabajo real, tendríamos como resultado una semana laboral de cuatro días o menos.

Propongo que no nos queden bloques vacíos al día, es decir, propongo planificar cada minuto del día. De tal forma que acabemos siendo más disciplinados y así haremos un uso efectivo del tiempo.

Se deben tener siempre objetivos, identificar qué proporción de horas de trabajo profundo debes tener a la semana.

Depende de tu tipo de trabajo, pero si trabajas por cuenta a ajena, deberás saber cuanto tiempo dedicas al trabajo profundo y al superficial para dar lo mejor a esa empresa.

Identifica un objetivo y genera un plan de bloques de tiempo para la semana.

El arte del modo monje

Si quieres dominar el arte del trabajo profundo, tendrás que recuperar el control del tiempo y la atención.

La idea de esto es que si quieres incorporar más trabajo profundo con éxito a tu vida profesional y personal, no puedes esperar a tener mucho tiempo libre o estar de buen humor para concentrarte, debes luchar activamente para integrarlo a tu agenda.

Se puede llegar a dominar el modo monje a nivel experto como lo hicieron los grandes filósofos estoicos: Séneca, Epicteto o Musonio Rufo. También Winston Churchill, Bill Gates, Neal Stephenson, o Tim Cook

Todo ello lo explicaré… proximamente.

“Con la fuerza del pensamiento se puede mover el mundo. El pensamiento tiene gran poder. Puede transmitirse de un hombre a otro”. Swami Sivananda

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