La fortaleza como aprendizaje – Estoicismo –

No todo lo que pensamos es una realidad.

Todo en nuestra vida está sujeto a una infinidad de subjetividades. Llegar a desprendernos de las mismas nos hará de alguna manera no sólo más libres, sino también más felices.

La ley del espejo

Si ustedes se miran en un espejo, independientemente de su edad buscarán al cabo de un tiempo sus estudiadas imperfecciones.

En muchos de los casos, esas imperfecciones pueden llegar a ser limitantes. Bien, les propongo que se detengan un rato más delante del espejo. Si miran fijamente y con detenimiento a esas imperfecciones, finalmente su mente las atenuará.

La atenuación de esas imperfecciones físicas, es lo que denomino: la exploración de las inseguridades.

Verán, si usamos un espejo para ver nuestro interior, para vernos a nosotros mismos: nuestra imagen será un reflejo. En ese reflejo aparecerán todas nuestras inseguridades, y también nuestras fortalezas ocultas.

“Las inseguridades
son
los atajos
de los miedos”

La autoestima: un diálogo interior

Todas las inseguridades provienen de nuestras edades tempranas: infancia, y adolescencia.

En esas etapas se vive la dictadura de las comparaciones. Todo lo asociado a las comparaciones desemboca en la inseguridad del individuo.

Todos los individuos somos seres únicos y singulares, debemos huir de la comparación. Toda comparación conlleva a seguir un rumbo ya definido.

Los seres humanos somos un destino por descubrir, y para descubrir destinos necesitamos de todos los rumbos posibles.

Todas las comparaciones vividas desde nuestra época escolar son la senda que encamina al individuo a la decadencia de la baja autoestima.

Cuando se detiene la dinámica de las comparativas, nacen nuevos recursos mentales dentro del individuo.

He de reseñar que cualquier comparativa es una trampa mental. Y, como todas las trampas mentales son destructivas.

“Debemos
construir mundos
donde los destinos
florezcan sin rumbos”

La dictadura de las comparaciones

Inmersos en una sociedad decadente en valores, las comparaciones florecen en cualquier estación de la vida.

Este mundo inútilmente comparativo, se arraigó cruelmente desde la implantación de las redes sociales como casi un único medio de relacionarse.

La visualización de otras vidas por parte de los usuarios de las redes sociales se hace siempre desde el punto de vista comparativo.

Evidentemente, al fijarnos únicamente en el “aderezo” de las vidas de las personas exitosas de ocasión, con sus perfecciones virtuales, llevan al individuo a un estado de insatisfacción continua.

¿Cómo hemos llegado a un estado de insatisfacción global?

Por la falta de objetividad.

No saberse situar en el contexto real de la vida, hace que nuestras reacciones y emociones sean desproporcionadas.

Todo parece estar en nuestra contra, todo parece demasiado bueno para otros, y demasiado malo para nosotros.

Requerimos del autoconocimiento

El autoconocimiento es como una sesión de gimnasia para el alma. Básicamente, consiste en aprender y repetir.

Aprendemos a mirarnos, y repetimos. En esa repetición constante vamos a encontrar nuestras verdaderas fortalezas. Nuestras fortalezas están enfrente del espejo, y no detrás. Las fortalezas son nuestra esencia.

“Las fortalezas
son
los brillos del alma”

La fortaleza como aprendizaje

Para aprender necesitamos de tres cualidades: paciencia, amabilidad y optimismo.

La paciencia

La exposición continua a estímulos hace que nuestro estado interior esté en completa y constante alerta, es por ello que debemos evadirnos de la mayoría de estímulos que, por otra parte, son absolutamente innecesarios. Como nos enseña el estoicismo, son perturbaciones ajenas a nuestro centro.

Con la mirada del presentismo creemos que nuestros tiempos son de alta volatilidad e incertidumbre. No obstante, Séneca o Marco Aurelio, pensadores estoicos de la antigüedad, tuvieron unas situaciones mucho peores. Vivieron en un entorno azotado por crisis económicas, políticas, sanitarias y de valores.

Al eliminar gradualmente estos estímulos que sobrecargan de información la existencia, podremos aprender a vivir con la serenidad del presente. Nuestra existencia es cruelmente breve, distraernos con cosas banales y superfluas, todo lo innecesario nos distrae de la verdadera felicidad.

La serenidad está ligada a la paciencia. Desde la paciencia nos podremos centrar en la imperturbabilidad que nos da el verdadero saber.

La paciencia nos hará poder volver a mirar al espejo, y desde él comprender el verdadero potencial de nuestras fortalezas.

La serenidad desde la imperturbabilidad nos hará descubrir en el espejo: ¿qué es lo que realmente ves de ti?

Este será el comienzo del aprendizaje.

Posteriormente, buscaremos la amabilidad.

“Sólo
cuando todo se detiene,
todo puede
volver a latir síncrono”

La amabilidad

«Se amable, pues cada persona con la que te cruzas está librando su ardua batalla». Esta frase es atribuida a Platón, filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles.

Cada uno de nosotros libramos nuestra propia batalla. Dentro de esa batalla, el primer paso es ser amable con nosotros mismos.

¿Cómo nos hablamos a nosotros mismos?

Existe una tendencia progresiva al “no gustar”, esto provoca un rechazo de nuestra esencia.

Pero, cuando hemos sido pacientes, y nos hemos contemplado en profundidad en nuestro espejo interior; hemos sido capaces de ser amables con nuestra esencia. Desde esa amabilidad surge la empatía para con los demás.

He de recordar que ese espejo interior en el que se remarcan nuestras fortalezas, refleja cada vez con más fuerza debido a nuestro propio autoconocimiento: aprender y repetir.

“Donde hay un ser humano, hay una oportunidad para la amabilidad”. Séneca

Buscar mejorar nuestro entorno nos hace mejores. Siempre existe un espacio para la mejora, salvo en la perfección.

La comparativa y la perfección

Tras un sistema educativo marcado constantemente por las comparativas, y subrayando las cualidades que sólo algunos poseen: el individuo busca en su inconsciente la perfección.

Buscar la perfección como seres humanos nos ancla a la “no mejora”.

“La perfección
es únicamente
una distorsión de la realidad”

Esto ocurre porque la perfección se da únicamente en algunos aspectos puntuales del ser.

Pero, estamos diseñados para la completitud. Es por ello que debemos querer constantemente ser mejores.

Al querer ser mejores surge lo que denomino “espacio de mejora”. Dentro de ese espacio de mejora a su vez surgen aleatoriamente muchas de nuestras cualidades ocultas.

El optimismo: la conexión con la valentía

Una lección importante que se aprende en los conflictos bélicos y que se debe aplicar a la vida real es: mantener la moral alta y conservar el autorrespeto.

La vida es una serie de aleatorias circunstancias que debemos afrontar con optimismo. Aplicar el optimismo a nuestra vida no implica que todo sea felicidad. Es más, debemos ser conscientes en todo momento de nuestras emociones.

«No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea más bien que se produzcan tal como se producen y serás más feliz». Epicteto

Sólo cuando estamos en verdadero contacto con nuestras emociones, seremos capaces de controlar nuestras acciones.

El optimismo se basa en entender que no podemos controlar lo que sucede a nuestro alrededor, pero sí lo que ocurre constantemente en nuestro interior.

Es en ese conocimiento interior – autoconocimiento – es desde donde accederemos a la felicidad. La felicidad es propia a cada individuo y se alcanza a través de nuestro carácter personal.

El optimismo es conectar con nuestra valentía, ya que desde ella se anudan los lazos de nuestra confianza.

Un ejemplo de optimismo: el vaso de agua

Todos podemos escoger con qué perspectiva ver las cosas y si las vamos a observar con mirada positiva o negativa.

Supongamos que delante de nuestros ojos nos colocan un vaso perfectamente simétrico y transparente de 500 ml con una cantidad de agua en el interior de 250 ml.

Si les preguntan: ¿cómo está el vaso?

Unos cuantos dirán que medio lleno, y otros tantos dirán medio vacío.

Esos enfoques de las personas les podemos clasificar como: positivos o negativos.

Pero, existe otro enfoque: el optimista.

Cuando hemos alcanzado el ideal del “ser humano vuelto hacia sí mismo”, comprendemos que el vaso posee el doble de la capacidad estrictamente necesaria.

Hemos comprendido que es mejor aprender de las adversidades que intentar evadirlas. Hemos adquirido la experiencia del conocimiento donde reside la libertad.

“En la abundancia
del optimismo,
todo
posee su justa medida”

Tras la paciencia, la amabilidad y el optimismo: la tranquilidad de espíritu (ataraxia)

Como el mismo Epicteto afirmaba: “Compórtate en tu vida como en un banquete. Si algún plato pasa cerca de ti, cuídate mucho de meter la mano. En cambio, si te lo ofrecen, coge tu parte. Haz lo mismo con tus riquezas, amigos, parejas, familia o cualquier otro aspecto. Si puedes lograrlo, serás digno de sentarte a la mesa de los dioses. Y si eres capaz, incluso, de rechazar lo que te ponen delante, tendrás parte de su poder”.

Desde la tranquilidad se puede entender al alma. Entender al alma como una parte soldada a cada una de nuestras acciones. Un alma en completa armonía con nuestras emociones es un alma justa.

Cuando estamos en armonía con nuestro ser, entendemos que todo lo banal sólo forma parte del mundo más allá de la realidad. Todo lo que habita en la realidad es lo tangible a nuestra piel.

“La belleza
no es un ornamento de la vida,
sino
el insoldable sortilegio
que estamos obligados a desenmarañar
en cada nuevo amanecer”

El presente como una forma de vida

Sólo podemos vivir el presente, nunca el pasado ni el futuro. Aunque pueda parecer una obviedad, nuestra mente habita demasiado en otros tiempos.

El pasado ya no existe, y el futuro para que no sea un obstáculo lo
afrontaremos con la misma ecuanimidad y virtuosismo que nuestro único presente: el hoy.

Una vez que vivimos en el presente con plenitud, que es el único período sobre el que tenemos algún control podremos ser los dueños del “ahora”.

En el “ahora” debemos excluir a la inmediatez, ya que esta es una representación insustancial de la vida. La inmediatez es siempre un tiempo vacío.

Nuestra mayor posesión será así nuestro tiempo. El tiempo será nuestra mayor fortuna.

Hemos de recordar la fugacidad de la vida “memento mori”, “recuerda que morirás”.

Es por ello que en esa limitación temporal debemos aprovechar la vida con la humildad de la gratitud, y alejarnos de todo lo tóxico.

El sabio es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias que la vida trae consigo en cada momento.

Cuando se destina la vida a la materialidad, y a la codicia; alejándose de la virtud: el individuo vaga en la pobreza del alma.

“El lujo es pobreza artificial”. Sócrates

Todo lo vagamente material nunca debe ser codiciado, ya que conduce a la ostentación. La necesidad banal por aparentar, revela un vacío existencial.

Miscelánea

Ahora, vuelvan a su espejo. Vuelvan a conocerse, descubran su propia naturaleza: sus fortalezas y debilidades.

Así serán sabios.

“La cultura
es la manera de interpretar el mundo”

Circundados por estímulos banales, y alejados del virtuosismo debemos abstraernos de todo lo fugaz. Centrar nuestra mirada en las luces que germinan etéreas en el horizonte, así podremos interpretar la realidad del mundo. Así surge la libertad, desde la cultura.

“Sólo el hombre culto es libre”. Epicteto

Una vida virtuosa no está exenta de incómodos obstáculos, pero estos obstáculos serán únicamente una vía para el conocimiento que nos alejará paulatinamente de todas nuestras debilidades. El conocimiento es la virtud del bien.

“Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia”. Sócrates.

No todo lo que pensamos es una realidad, únicamente la que habita en nuestras emociones.

Debemos mirar siempre hacia el sol de las fortalezas, para así poder eclipsar a nuestras debilidades.

“Mantén tu rostro hacia la luz del sol
y no verás la sombra”. Helen Keller

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