La extinción de la excelencia

Reflexionaba Friedrich Nietzsche argumentando que el individuo debe luchar para no ser absorbido por la tribu. Si lo intenta, a menudo estará solo y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”.

Como sociedad parece que estemos dormitando, exactamente igual que ocurría hace casi dos siglos en la Europa de Nietzsche.

La fuerza del grupo nos influye, tanto que en ocasiones agachamos la cabeza, callamos y acatamos lo que nos dicen con tal de no ser señalados o apartados del grupo.

Tristemente, pocos son los que no son borregos. El resto, obedecen a una “normalidad-anormal”, sin cuestionar nada. Todo ello, porque son incapaces de pensar por ellos mismos.

A lo largo de este escrito, voy a destacar el valor de la persona como un ser singular y digno de alcanzar unas metas extraordinarias.

La mentalidad de rebaño y la muerte del librepensador

Los librepensadores son personas que constituyen sus opiniones y certezas sobre un análisis imparcial de hechos y son dueñas de sus propias decisiones, independientemente de la imposición dogmática de cualquier institución, religión, tradición, tendencia política o cualquier movimiento activista que busque imponer su punto de vista ideológico o cosmovisión filosófica.

Llegar a ser librepensador es el estrato más alto al que puede llegar el individuo desde un punto de vista intelectual.

Un librepensador por definición debe aislarse del rebaño, para así poder forjar su conocimiento Este aislamiento tiene como fin poder llegar al conocimiento pleno. El conocimiento pleno posee como origen el autoconocimiento.

“La persona que sigue a la multitud normalmente no irá más allá de la multitud. La persona que camina sola probablemente llegará hasta lugares donde nadie haya estado antes”. Albert Einstein

Curiosamente, Oscar Wilde decía que la mayoría de las personas son una copia de otras. Tanto sus pensamientos, como sus opiniones. Sus vidas eran simplemente una mímica.

El científico y el literato hablaban de lo mismo, de la mentalidad de rebaño. Esa que nos lleva a pensar, sentir y vivir como clones.

Ustedes podrán comprobar que las personas con las que se cruzan o se relacionan en su día a día son una suerte de clones. No me refiero únicamente a su apariencia exterior, me refiero a su comportamiento y a su forma de actuar ante la vida.

La globalización del pensamiento basura

Alejándonos de todo contexto político, podemos comprobar que Occidente se globalizó en un pensamiento estéril, sin ninguna profundidad, y lo que es más grave: se implantó la ausencia de espíritu crítico.

Si adicionamos la fuerza del grupo con la ausencia de espíritu crítico, el resultado es el pensamiento basura.

El pensamiento basura es el que carece de punto de vista u opinión. El individuo es arrastrado por la fuerza del grupo a una situación de vaguedad, donde su mente no sabe lo que quiere ni lo que piensa.

La ausencia de pensamiento se debe a que se vive una versión edulcorada de la vida. Al individuo se le ha ido henchiendo de comodidades, para que éste finalmente sea una versión limitada de él mismo.

Como reseñaba Ortega y Gasset en “la rebelión de las masas”, el hombre-masa rechaza la cortesía social. Tanto es así que la cortesía queda en desuso. Si ustedes piensan en “Tinder”, el nuevo individuo puede conquistar a una persona eliminando de la ecuación el hecho de mirar a una persona a los ojos, cortejar o agradar a la misma.

Todo esto alimenta a la vaguedad de la mente. Lo que la mente cree que es bueno para ella a corto plazo, a largo plazo es malo. Curiosamente lo costoso para la mente al principio, a la larga es bueno.

Ergo, el pensamiento basura es malo a largo plazo.

“Una vez despertado el pensamiento no vuelve a dormitar”. Thomas Carlyle

Solomon Asch y su conformidad normativa

Solomon Asch fue un psicólogo judío mundialmente conocido, y su prestigio se debe a que sus trabajos fueron pioneros en psicología social.

Solomon Asch acuñó el término “conformidad normativa”. Lo introdujo tras un experimento que reflejó que hay individuos capaces de aceptar algo, obviamente erróneo, simplemente porque lo dice la mayoría, renunciando a su propia opinión sin tan sólo haber recibido ningún tipo de presión ni de coacción por parte del grupo.

Piensen en lo siguiente: un grupo de vecinos les dice que Gumberto es una persona antipática. Casi nadie que oiga ese comentario va a decir que Gumberto es una persona encantadora. La mayoría callará o incluso acabará sumándose a esa opinión grupal por miedo a destacar, y que le marginen por esa opinión.

Pero, y aquí viene el verdadero problema: cuando se trata de cosas más sutiles.

Esas cosas más sutiles son: un punto de vista, una opinión, o una idea. Justo aquí es donde la fuerza del grupo es muchísimo más grande. Esta fuerza es lo que acaba arrastrando al individuo hasta el punto en el que ya ni siquiera es capaz de darse cuenta de que es lo que realmente quiere o que es lo que realmente piensa.

Una mentira repetida es una verdad

Los estrategas políticos a sabiendas de que la población vive en un absoluto pensamiento basura, y es nulo en espíritu crítico usan la conformidad normativa de una manera nítida.

Verán, la metodología es sencilla y eficaz.

Cuando un partido político se enfrenta a un tema delicado, a primera hora de la mañana todos sus miembros reciben un correo con el argumentario oficial.

En ese correo se cita: “esto es lo que ha pasado, esto es lo que tienes que decir cuando te pregunte la prensa”.

Este mensaje además de a los miembros de partido político se transmite también a los periodistas que son afines al partido.

Dichos periodistas van a repetir esas mismas consignas en los debates de televisión, las tertulias de la radio, las columnas de la prensa…

Así, de esa manera, a ojos de la opinión pública no hay fisuras en el discurso. Existe un único discurso al que hay que adherirse.

No importa que haya alguna duda: el público va a mostrar conformidad por miedo a la discrepancia.

Finalmente tenemos una realidad diseñada al gusto de cada uno, a la que podemos llamar: la verdad.

De hecho los políticos se aprovechan de la conformidad normativa porque saben que si repiten suficientes veces algo aunque sea una mentira, si esta mentira la repite un suficiente número de personas al final acabará pasando por cierta.

“Hay que buscar la verdad y no la razón de las cosas. Y la verdad se busca con humildad”. Miguel de Unamuno

Stanley Milgram: la obediencia total al líder

Los peligros de la obediencia total al líder fueron estudiados por Stanley Milgram, quien fuera de díscipulo Solomon Asch. El experimento de Milgram fue un controvertido experimento de laboratorio llevado a cabo en los sótanos Universidad de Yale durante 1961.

De ese experimento, Milgram, elaboró dos teorías: la de la obediencia y la de la cosificación. Según las cuales, un individuo que sigue los preceptos de la mayoría se siente como un instrumento que realiza los deseos de la otra persona, y finalmente acaba por no sentirse responsable de sus actos.

El experimento concluyó tres meses después de iniciarse en Jerusalén el procesamiento del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann. He de reseñar que Milgram estuvo muy influenciado por los sucesos relacionados con el Holocausto, ya que provenía de una familia hebrea.

“La obediencia a un hombre cuya autoridad no está alumbrada con legitimidad es una pesadilla”. Simone Weil

Hannah Arendt y la banalidad del mal

La politóloga alemana de origen judío Hannah Arendt planteó el concepto de la banalidad del mal.

Ella sostenía que el mal tenía su origen en la falta de reflexión y en la falta de pensamiento crítico. Según esta profesora, cualquier persona sana mentalmente, puede practicar los más horribles de los crímenes cuando pertenece un sistema totalitario.

Lo importante según Hannah Arendt es discernir entre el bien y el mal para que el grupo no anule tus juicios.

“Quien no castiga el mal, ordena que se haga”. Leonardo da Vinci

El caldo de cultivo perfecto para los totalitarsmos

¿Es posible una dictadura en estos tiempos?

Por lo que acabo de exponer: cruelmente, es posible.

Simplemente porque en estos tiempos: todos nos consideramos mejores. Mejores que los demás. Y, lo que es aún peor, hemos excluido de nuestro grupo a todos aquellos que no pensaban igual.

Las sociedades previas a los totalitarismos: la de Nietzsche y la de Ortega y Gasset.

La sociedad de Nietzsche (1844 – 1900)

El filósofo alemán dividió a su sociedad en tres categorías: los individuos superiores, los del rebaño y, por último, a los esclavos.

El hombre superior controla sus impulsos, deja un legado y lleva un proyecto de vida sólido con objetivos elevados, que busca la gratificación a largo plazo, practica la concentración, la planificación, la creatividad, la excelencia, necesita tiempo de soledad. En realidad, desliga su valía personal de las críticas ajenas que para él carecen de utilidad. Tiene virtudes como la fortaleza, la determinación, el coraje.

La segunda categoría, que representaría al típico mediocre, el hombre del rebaño, el que considera que la vida es corta, que hay que vivirla, que hay que luchar por la comodidad, el placer hedónico, por lo que este individuo es perezoso y conformista, carece de cualquier impulso creativo, ignora esos valores que normalmente te llevan a conseguir los objetivos.

En la escala inferior estaría el esclavo. Un ser humano débil, enfermizo, cargado de resentimiento, cargado de rencor, que le conduce a apalancarse en una envidia, que le lleva a tomar venganza hacia el excelente.

“El amo es un esclavo del esclavo”. Osho

La sociedad de Ortega y Gasset (1883 – 1955)

El filósofo español dividió a su sociedad en dos categorías: el hombre-masa, y la Minoría Selecta.

El hombre que es miembro de la masa es el hombre que se abandona a la espontaneidad de la vida y no se exige de una manera particular. El hombre-masa rechaza las reglas sociales y la cortesía social. Un individuo conformista, egoísta, mimado, un ser cuya máxima preocupación es él mismo. Un ser confeccionado por las prisas que no escucha nada, pero todo lo opina. A ese hombre-masa que domina la vida pública, no le preocupa más que su bienestar. Para Ortega, por tanto, el hombre-masa sería una boya sin rumbo, que está satisfecho en su deriva.

El hombre-masa carece de proyectos, va a la deriva, acelerado, por eso no construye nada; aunque sus posibilidades, sus poderes sean enormes.

Por otra parte, la Minoría Selecta es esa que no se contenta con hacer las cosas de cualquier manera o como las hacen la mayoría, sino que se exige hacerlas bien, hacerlas lo mejor posible.

“Sería un poco tonto, ¿No te parece?, pasarse toda la vida deseando algo y no hacer nada para conseguirlo” Jonathan Coe

La victoria. El triunfo de la mediocridad

Con todo ello hay una pérdida de la libertad individual y una clara difuminación del yo personal.

Aquí radica el problema en la difuminación del yo personal.

Todos los individuos están sometidos a una fuerte presión para convertirse en un animal de rebaño, diminuto, mediocre, ridículo, cuya única aspiración es complacer las necesidades de sus semejantes; convirtiéndose únicamente en una triste sombra de lo que podría llegar a ser.

Nietzsche compara genialmente a la moral del rebaño con la voz de una sirena, que trata de instigar al individuo superior, en plena fase de desarrollo, a caer en las tentaciones, para así refugiarse en la mediocridad. La mediocridad priva a todo el ser humano de alcanzar su mejor versión.

“La mediocridad es el condimento más amargo de la existencia”. Luis Mateo Díez

Un futuro con manadas de esclavos

Hubo una época en el que la libertad era ansiada por los individuos. Una época en la que existía una lucha constante por hacer prevalecer una libertad individual. La que llevaría al individuo a que forjara su identidad.

Todos los seres humanos somos extraordinariamente singulares, y cuando anulamos esa singularidad nos convertimos en mediocres u hombres masa.

En esa anulación de la singularidad emerge el poder de las copias anodinas de otros sujetos.

La libertad al dejar de ser de un ideal, se anula nuestra verdad en la expresión y en el razonamiento.

En el anhelo de la libertad los mapas de la mente serpentean buscando metas que únicamente buscan ser un nuevo origen.

Finalmente, cuando se anula la singularidad todo nuestro ser queda copado de mediocridad.

“La mediocridad
nos convierte en esclavos
de una manada
también de esclavos”

La solución está en una revolución cultural

Se habla de revolución digital como algo para estar conectado con una manada. El problema de la revolución digital es que lleva consigo una supresión de la cultura.

“La cultura
es la manera
de interpretar el mundo”

Para poder interpretar el mundo debemos prestar atención plena al presente. A nuestro presente: un presente cargado de emociones, y de sentimientos propios.

Cuando las emociones y sentimientos son ajenos, nos alejamos de nuestro conocimiento. En ese alejamiento terminaremos por ser completos desconocidos.

Cuando comencemos a escuchar a nuestras emociones seremos capaces de poder ser dueños de nuestro presente.

Adueñarse del presente implica la disconformidad con un entorno que vive en el presente de cristal.

Las nuevas generaciones y su nueva lucha

Insto a las nuevas generaciones a que inicien un combate con el tiempo, para así adueñarse de su presente.

Cuando sean dueños de ese presente, comenzarán a entender el valor de la vida. En ese instante pasarán a ser una “Minoría Selecta”, y no harán las cosas de cualquier manera o como las hacen la mayoría tristemente; sino que se exigirán hacerlas bien, hacerlas lo mejor posible, ya que buscarán la excelencia.

Se detendrá en el presente. Ya nada estará acelerado. Comenzará en ese punto de origen a construir.

Esa nueva generación con la que yo sueño: será una generación de constructores. Y, de tanto construir, sólo podrán ser legado.

Buscará la planificación, la creatividad, la excelencia. Todo ello requiere de una desconexión del entorno; requiere de periodos de soledad.

Sólo desde la soledad se forja el autoconocimiento. En el autoconocimiento se madura el placer de vivir una vida virtuosa.

En el viaje del autoconocimiento se van conquistando las metas de la fortaleza, la determinación, el coraje.

“Para quien posee autoconocimiento no hay dualidad entre sí mismo y el mundo exterior”. Alan Watts

La extinción de la excelencia

Es necesario que la nueva generación se desligue de la manada. Incluso que hagan comunidades más pequeñas en las que se fomenten las virtudes, ya que eso será lo que les conducirá al éxito. Ese éxito que no es otra cosa que poder vivir una vida plena.

El peligro actual es que la sociedad actual no se reparte como propuso Ortega y Gasset, se reparte como propuso Friedrich Nietzsche donde entra en juego el esclavo.

En la sociedad actual predomina el esclavo tanto en la vida pública como en la política. Los mandatarios se olvidan del bien común, y esa es la decadencia que vive mi amado Occidente.

Cuando las personas dominantes son esclavos no sólo pertenecen a la manada, también tratan de extinguir toda forma de excelencia, talento y disconformidad.

“En cuanto a mí, estoy en busca de la excelencia. No tengo tiempo para envejecer”. Will Eisner

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