La identidad

Todo lo que hacemos
es
todo lo que somos.

Al crear una identidad, esa identidad es la que nos dicta lo que tenemos que hacer.

Una identidad está confeccionada por una suerte de hábitos, comportamientos, y acciones.

Existen personas que corren, pero no son corredores, que juegan al fútbol, pero no son futbolistas, y personas que invierten en bolsa, pero no son traders.

Cuando nos ensimismamos en un mundo, en ese mundo aflora la curiosidad. Y, esa curiosidad es el motor de la vida.

La curiosidad
rompe
la realidad en pedazos;
y
esos pedazos
son los que crean los mundos.

En la creación de nuestros mundos, los hábitos, los comportamientos, y las acciones se adhieren insoldables a nuestras vidas.

Comenzamos a ser aprendices cuando comenzamos a generar una identidad.

La identidad al romper la realidad en pedazos; hace que esos pedazos se vayann uniendo en un proceso eficiente.

Entonces, se comienza a aprender de todo y de todos.

En esa ambición por el conocimiento se origina la exploración de las nuevas habilidades.

Comenzamos a ser un ecosistema dentro de un universo en plena expansión.

En una identidad definida, existe un propósito. Ese propósito nos adhirió a los hábitos. Esos hábitos son imprescindibles para descartar la información, para filtrar la información.

Aprender, reducir, simplificar, y ejecutar.

La llave maestra del éxito reside en: aprender, reducir, simplificar, y ejecutar.

Ese ciclo infinito se basa en “no buscar” la finitud de las respuestas, sino en buscar la grata infinitud de las preguntas.

En esas preguntas nace la fortuna del pensamiento.

El pensamiento
es
la fortuna necesaria
para poder habitar la riqueza del presente.

Al ser dueños de nuestra identidad, somos dueños de nuestro tiempo.

Desde el dominio del tiempo, podemos trocearlo, para así poder apreciar sin distracciones el valor incalculable de la vida.

En una identidad definida somos nosotros, y de una manera indivisible también somos nuestro entorno.

Desde nuestra forma de pensar —aprender, reducir, simplificar, y ejecutar—, somos capaces de moldear nuestro entorno, porque somos capaces de proporcionar el valor exacto a las cosas.

Nuestra percepción
es
la que da el valor a las cosas.

Esa percepción se va definiendo en la aventura inagotable de nuestra identidad. Una aventura hacia nuestro interior.

Un mapa de emociones, desde donde dejamos de juzgarnos para no juzgar a los demás.

Un mapa de emociones donde la brújula es la paz, porque la guerra es una realidad inventada por el egoísmo atroz del hombre.

Una identidad
en un mundo
tan fácil de definir,
es una brújula
en medio
de demasiados nortes desorientados.

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¿Cómo te presentas al mundo?

Nos juzgamos
por el éxito,
y
ese juicio
nos vuelve
voluntariamente ciegos.

La sensación de logro eclipsa a la sensación de éxito.

El éxito es subjetivo, tiene todo un componente social, y está prefijado por unos estándares impuestos.

El logro es objetivo, es una sensación que te ancla a la mejora continua.

Cuando la sensación de logro es parte de nuestro día a día, somos proceso.

El proceso es lo que nunca se debe evitar.

Repetir
el proceso
es
repetir los aciertos.

La plenitud es más luminosa que el éxito. El éxito con el tiempo termina por mutar en sombras.

El esfuerzo nos proporciona la plenitud, y nos hace transcendernos.

El esfuerzo
siempre
importa
más que el resultado.

El éxito nos limita. Y, en las limitaciones, viven los miedos.

Cuando
vivimos sin miedo
dejamos
de ser unos extraños
frente al espejo.

El coraje es mirarse al espejo, y reflejar el entusiasmo de ser uno mismo.

El entusiasmo es el camino a la excelencia, porque nos desapega de las pérdidas.

Sin pérdidas, solamente somos ganancias. Y, cuando únicamente vemos todo desde la abundancia, comenzamos a encontrar nuestra identidad.

Cuando encontramos nuestra identidad encontramos nuestra pasión.

La suerte de piezas sueltas que nos confeccionan comienzan a encajar en el puzle irresoluble de nuestra existencia.

Entendemos que somos una simple pieza, parte de un todo, y en esa totalidad se tienden puentes que esquivan a la falsa realidad inventada.

Todo se simplifica cuando salimos de lo normativo para ser nuestro propósito.

En nuestro propósito se crea la autoestima.

La autoestima no es sinónimo de vanidad, es el pilar desde donde se comienza a construir la inacabable perfección.

Desde la autoestima se va edificando la vida de tus sueños, amanecer a amanecer.

La autoestima nos facilita el proceso de trabajar en nuestras metas.

La autoestima nos hace cuidarnos, sólo así podremos cuidar a los demás.

Saber hablarnos, saber querernos, y saber perdonarnos nos obsequia con momentos de armonía y belleza.

Ser un propósito
es
ser fiel a uno mismo.

En un mundo que traiciona cruelmente a los valores de la belleza, debemos presentarnos al mundo como un eslabón que se anude a todas las miradas.

Ante tu compromiso con la vida…

¿Cómo te presentas al mundo?

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El ‘speed watching’

¿Normal o acelerada?

Muchas personas en la modernidad tardía están empezando a utilizar con asiduidad la escucha de mensajes y vídeos al doble de la velocidad normal.

Hoy, les hablaré del ‘speed watching’.

¿Qué es el ‘speed watching’?

Podríamos definir el ‘speed watching’como la tendencia a reproducir principalmente vídeos y pódcast, pero también mensajes en formato audio enviados a través de plataformas como WhatsApp, a una velocidad mayor de la que fueron producidos.

Principalmente, las personas que utilizan el ‘speed watching’ las podemos englobar dentro de las más jóvenes de la sociedad, aunque dicha práctica se está extendiendo como una plaga entre todos los grupos de edades.

Esa manera de ahorrar tiempo, según se acaba de publicar en un reciente estudio, tiene severos riesgos para la memoria. Esa escucha a más velocidad afecta a la atención, y también afecta a la memoria.

¿x2, x1.5,…?

Son diferentes velocidades que utiliza la población para la escucha. Y, esa cantidad de población supone un porcentaje muy elevado del total.

La capacidad cognitiva

Las capacidades cognitivas son aquellas habilidades por las que nuestro cerebro nos permite aprender, prestar atención, memorizar, hablar, leer, razonar, comprender…

El ‘speed watching’ afecta a nuestra capacidad cognitiva

Cuando se escucha un audio a una mayor velocidad, hay aspectos del mensaje que nos perdemos.

Esos aspectos esenciales que nos perdemos se denominan en su conjunto: prosodia.

La prosodia es la entonación, la parte emocional del mensaje.

El mensaje a mayor velocidad está carente de prosodia. Como consecuencia de ello, el contenido del mensaje se termina diluyendo.

Esa pérdida de información en el mensaje también termina por afectar a nuestro sistema nervioso.

¿Por qué?

Porque poseemos diferentes regiones cerebrales que de una manera excepcional hacen procesar los elementos que configuran una frase, un fragmento; esos elementos siguen una cadena, una sintaxis… Y, cuando escuchamos el mensaje de una manera rápida, esas regiones que están implicadas en el lenguaje, no funcionan de una manera adecuada.

Al no funcionar de una manera adecuada, para poder entender el mensaje de una manera correcta, lo que hace el cerebro es tirar de la corteza prefrontal.

Se necesita tirar de la corteza prefrontal para ayudar al cerebro a entender el mensaje de una manera adecuada, para entender mejor el contenido; bien sea por el contexto, o bien sea por otros elementos adicionales.

Esto es lo que hace que las personas puedan escuchar esos audios a esas velocidades aceleradas x2, x1.5,…

El secuestro de la corteza prefrontal

La corteza prefrontal es la región del lóbulo frontal del encéfalo, también conocida como el “centro de la personalidad”. Es la porción del encéfalo que se desarrolla por completo en último lugar, específicamente, al final de la adolescencia.

Es por ello, que el estudio que cité anteriormente hace hincapié en los riesgos para la memoria, principalmente en las etapas de desarrollo del cerebro.

La sobrecarga cognitiva

Cuando se produce el secuestro de la corteza prefrontal para este tipo de actividades, se produce lo que en neurociencia se denomina: sobrecarga cognitiva.

En un entorno de aprendizaje o de trabajo de alto estrés, una avalancha de nueva información puede llevar a casi un cierre de su capacidad de pensamiento. Este efecto se conoce como sobrecarga cognitiva. Puede producirse una sobrecarga cognitiva cuando demasiados estímulos exigen atención al mismo tiempo.

La culpabilidad de las plataformas: los mensajes muy cortos

Muchas plataformas como Instagram, Facebook (Meta), Twitter; introducen una cantidad ingente de información mediante mensajes muy cortos.

Nuestro cerebro se acostumbra a eso: a mensajes muy cortos.

Cuando el cerebro está delante de mucha información, al no estar acostumbrado a tanta información, se “desconecta”.

El cerebro ya no necesita información global, requiere información muy corta. Usa procesos para que esa información sea más corta: necesita del ‘speed watching’.

Somos nuestros propios enemigos para el cerebro

Lo que hacemos mediante la utilización del ‘speed watching’ es dificultar la adquisición de la información.

Dificultamos que los circuitos de la memoria funcionen bien.

Los circuitos de la memoria dependen del hipocampo.

El hipocampo es una estructura cerebral localizada en el lóbulo temporal del cerebro y está muy relacionada con los procesos de aprendizaje y memoria. El hipocampo presenta una actividad eléctrica de manera continua, relacionada de un modo u otro con las actividades que se estén haciendo en cada momento.

Si la adquisición de información no es la correcta, aunque el hipocampo esté trabajando con plena normalidad, no va a almacenar la información de una manera idónea.

Nota importante para mis alumnos

Según un estudio de la Universidad de California: el 85 % de los alumnos aceleran las clases que previamente tienen grabadas.

Únicamente el 15 % ven las clases a la velocidad normal (1 %).

Verán, insisto, si la adquisición de información no es la correcta; el hipocampo aunque esté trabajando con plena normalidad, no va a almacenar la información de una manera idónea.

Al estar en un contexto de aprendizaje no se van a poder “aprender” bien los conocimientos.

El ‘speed watching’ y la sociedad

La pérdida de la empatía

Esta nueva moda del ‘speed watching’ es un fiel reflejo de la sociedad.

Una sociedad carente de empatía, que en ciertos casos la podemos tildar de inhumana.

Cuando se escucha un mensaje a una velocidad superior a la usual, se pierde la empatía.

El tono que se usa, que puede ser de preocupación, de angustia, …

La persona se queda con lo que dice, no cómo lo dice. Aquí radica la pérdida de la subjetividad de la información.

El trasfondo de la prosodia: el estilo de vida

El trasfondo de la prosodia se refleja en el nuevo estilo de vida instaurado en la sociedad.

Un estilo de vida con una dinámica exacerbada; viviendo todo a un ritmo inusual, trepidante.

Todo demasiado rápido, todo sin profundidad, todo se evapora en el éter de un futuro que se intenta adelantar antes de tiempo.

Todo se adelanta, mientras el presente del ser egoico —el que no tiene tiempo para el otro— simplemente se escapa.

La ausencia de belleza

La belleza siempre va a la velocidad de la vida. La vida debe detenerse para poder ser experimentada en su totalidad.

Cuando la vida deja de detenerse, se fuga. En esa fuga, perdemos nuestro más valioso activo: el tiempo.

La necesidad de lo inmediato

Las personas copan la mayor parte de su tiempo pendientes del móvil, de sus parpadeantes notificaciones

Y, una vez que llega esa notificación: buscan esa información lo más rápido posible, visualizan el vídeo lo más rápido posible, o contestan lo más rápido posible.

En esa velocidad, en esa búsqueda de la respuesta inmediata se genera la frustración y la ansiedad. Porque muchas veces la persona en ese nimio espacio de tiempo no tiene la respuesta adecuada.

La ausencia de atención plena

Una de las más gratas experiencias que puede experimentar el ser humano en su vida es la atención plena.

Atención plena, o“Prosochê”: es llevar la atención hacia nosotros mismos y hacia las experiencias que vivimos momento a momento. Es estar completamente presente, consciente de en dónde estamos sin reaccionar excesivamente o abrumarnos por lo que está pasando a nuestro alrededor.

La sociedad actual dista mucho de poder enriquecerse de esa experiencia.

Al incrementar la velocidad de lo que vemos o escuchamos se pierde el mensaje en su completitud, porque omitimos en nuestro cerebro la totalidad de los matices.

La persona se va a acostumbrando a dejar las cosas a medias, su vida es una vida a medias.

Al suprimir el tiempo necesario para el análisis de la información, se suprime a su vez el espíritu crítico.

Las personas en su mayor parte no están entrenadas para ser capaces de mantener la atención durante una gran cantidad de tiempo en una única cosa.

La ausencia de relaciones reales

La persona que vive en una permanente activación es una persona henchida de dopamina.

Es una persona que necesita adelantar constantemente al reloj.

La persona necesita de la calma. La escucha calmada es vital para escuchar toda la información de una manera atenta.

Desde la atención se instaura la calma, pero al vivir acelerados esto nos afecta a nuestro humor, a nuestras emociones, y a nuestra forma de relacionarnos con los demás.

En esa falta de atención plena, el otro siente que no eres el eje de su mundo. El otro, al no ser el principal receptor de tu mirada, la termina por apartar.

Esta acción repetida en el tiempo concluye en la ausencia de relaciones reales, ya que las personas verdaderamente no se conocen.

Les propongo un experimento: sentar a dos personas frente a frente durante una hora, sin distracciones cibernéticas; al cabo de media hora se darán cuenta de que son dos profundos desconocidos.

El ‘speed watching’: los alumnos y la juventud contemporánea

Cuando hablo con mis alumnos, personas en la etapa más fértil de sus vidas, me sorprende cada día más que son incapaces de mantener la mirada.

Siempre miran hacia abajo como si sostuvieran el teléfono móvil entre sus manos.

Realmente están tan acostumbrados a tener sus dispositivos electrónicos entre las manos, que son incapaces de mantener la mirada.

En esa pérdida de contacto visual se pierde el contacto con la otra persona, se pierde el contexto de sentimiento y de información.

La juventud actual pierde la conexión con el otro, pierde el lenguaje no verbal.

Ergo, la juventud actual es una juventud de pérdidas.

El lenguaje verbal es muy importante; ya que no únicamente importa lo que estamos diciendo, también importa cómo lo estamos diciendo.

Al no escuchar el lenguaje no verbal, el mensaje que llega es un mensaje confuso.

Un mensaje confuso lleva siempre al error.

Los jóvenes, al no estar en el presente, al estar en un paso más allá, realmente dejan de vivir una realidad para avanzar hacia la incertidumbre de la nada.

Todas las emociones viven en el reloj del presente.

El ‘speed watching’: la permacrisis y la adultez contemporánea

Vivimos en un estado de permacrisis.

Permacrisis, es decir, una crisis permanente, una situación de alerta constante, de alta incertidumbre política. Tanto es así que las crisis se solapan, se confunden unas con otras.

Esto, no ocurre únicamente en España, también ocurre en todo Occidente.

Ocurre en todo Occidente, porque la permacrisis germina en entornos muy polarizados.

Los entornos polarizados son el caldo de cultivo ideal para generar crisis constantes.

El individuo necesita cada día consumir una mayor cantidad de información.

En ese nuevo hábito de consumo de la información no se distingue entre lo importante y lo urgente.

Solamente titulares, resúmenes cortos, una parodia, un meme, pero no se profundiza en nada.

Así, pues, podemos consumir cuatro crisis en un día. También un par de escándalos, y también varios desastres en menos de una hora.

Ergo, el individuo debe volver a la esencia de la vida, a lo importante. Se debe volver a entrenar al cerebro, para que sea un músculo digno de nuestra alma.

Esta es la modernidad tardía, todo es acelerado. Y, en esas prisas inventadas todos somos unos profundos desconocidos para el otro.

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El vacío existencial. La aceptación: la plenitud en lo cotidiano.

Existen momentos en la vida, en los cuales, sin ningún motivo en particular, nos sentimos: apáticos, deprimidos, tristes…

Entonces, a la persona le surge la duda de su existencia. En ese interrogante definitivo se comienzan a encadenar una serie de preguntas, todas ellas sin respuestas.

Todas esas preguntas sin respuestas sumen al individuo en un estado de depresión, que se denomina depresión filosófica o vacío existencial.

La subjetividad de la justicia

Dentro de ese bucle de preguntas sin respuestas aparece la justicia.

El individuo comienza a percibir al otro, y al mundo como un lugar hostil: injusto.

El individuo busca desarraigarse del mundo, ya que siente que no pertenece a él.

Al sentir la hostilidad en el otro y en el mundo, el individuo se sume en una enorme tristeza.

Esa mirada de enorme tristeza la puedo comprobar no únicamente en personas de una edad más provecta, también y principalmente en personas jóvenes.

Uno de los males de la modernidad tardía es el victimismo.

El individuo víctima

Cuando se percibe un mundo hostil, todo es culpa de los demás.

El individuo se aísla en un ego desmedido, y está falto de toda necesidad de ser parte de un colectivo.

En esa ausencia de la búsqueda del colectivo, el individuo se empodera como un ser tristemente único.

Esa unicidad va expandiendo día a día ese vacío existencial.

Únicamente al ser protagonista de la vida de otros podemos entender que la vida no es justa ni injusta, la vida simplemente… es.

¿Cómo llenar el vacío existencial?

La resignación, el antagonista de la aceptación

Dijo Honoré de Balzac, el escritor francés del s. XIX, que «La resignación es un suicidio cotidiano».

La resignación es detenerse; y mientas todo a nuestro alrededor está en un permanente movimiento, nosotros, nos estancamos.

Ese estancamiento nos hace mirarnos siempre a un espejo antiguo en el que nada cambia.

La resignación es el no enfrentarse al movimiento, a la realidad, a lo que verdaderamente es.

Esa falta de confrontación con uno mismo, sigue llenando de vacío nuestra existencia.

En oposición a la resignación, el individuo puede optar por la aceptación. La opción de dar un paso hacia delante.

La aceptación: la plenitud en lo cotidiano

La aceptación es la confrontación con uno mismo.

La resignación es enfrentarse al movimiento, a la realidad, a lo que verdaderamente es.

En ese enfrentamiento se empieza a integrar en nuestro interior la realidad, comenzamos a ser parte de lo que verdaderamente es, comenzamos a ser parte de la realidad.

El principio de la realidad nos ancla a la aceptación, nos aleja de ese pensamiento subjetivo de justicia.

Las cosas no son las que quisiéramos que fueran, desde esa reflexión podemos alimentar el deseo de ser creadores de nuestra realidad.

Desde la aceptación salimos del rol de víctimas para enfundarnos en la piel de creadores.

Las corrientes de la aceptación

La aceptación es un río que debe fluir continuo sobre el cauce de nuestras vidas.

Existen dos corrientes en el río de la aceptación.

La aceptación para ti, y la aceptación para el otro.

Todo se resume en un razonamiento de Carl Gustav Jung.

«Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido».

Ergo, debemos intentar que no se reproduzca el drama, y en este punto temporal debemos introducir en nuestras vidas el hábito del aprendizaje.

El hábito del aprendizaje: la aceptación del ser superior

Cuando aceptamos el hábito del aprendizaje en nuestras rutinas diarias, aceptamos de una manera inconsciente la certeza del cambio.

El aprendizaje nos hace mejorar nuestras habilidades, competencias, y capacidades.

En esa mejora constante se van a destruir vetustas creencias, y va a germinar la semilla de la experimentación.

La semilla de la experimentación

Al experimentar nos concedemos el permiso para arriesgarnos, el permiso para innovar.

En ese riesgo sin miedos, se aprende de lo sucedido, dando igual el resultado.

En esa experimentación aceptamos que lo idealizado es una mera ilusión, y que la vida es un deseo que anhela libertad.

La vida
es un deseo
que
anhela libertad.

«Veritas liberabit vos»

«Veritas liberabit vos», esta frase aparece en el versículo 8:32 del Evangelio de Juan, una expresión que Jesús dirige a un grupo de judíos que creían en él.

«La verdad os hará libres», porque la verdad nos vincula con el principio de la realidad.

La verdad nos lleva a la madurez, al desarrollo.

En definitiva, la verdad nos hace contemplar la vida con atención plena.

La atención plena nos rescata de las fauces del robo de la atención.

En esa atención plena se genera una mirada lúcida y valiente, ya que todo lo que se tiene que aceptar implica coraje.

El coraje
no es la ausencia de miedo,
es
el heroísmo insalvable
para vivir la realidad.

La aceptación es transformación

La aceptación implica tres valores esenciales: responsabilidad, humildad, y confianza.

La transformación primeramente es ardua; pero posteriormente se convierte en una forma de tratarte a ti, y al mundo.

Porque en este trato de complicidad con la transformación deja de haber resistencia, de haber huida, de haber miedo.

En ese momento es cuando se toman las riendas de nuestra vida, de nuestra existencia.

En la aceptación podemos manejar la realidad, y desde la atención plena aceptar lo que realmente es.

Únicamente así, podremos cambiar y mejorar.

Únicamente así, podremos realizarnos.

«Lo que aceptas, te transforma; lo que niegas, te somete». Carl Gustav Jung

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Ho’oponopono, la técnica atávica hawaiana del perdón

Los hawaianos creían que las personas estábamos en pura conexión con el universo, conectadas las unas con las otras mediante el “aka”.

En esa unión invisible para el ojo fluye la energía de la vida.

Hay ocasiones en las que el “aka” se debilita debido a nuestras diferencias, a los diversos problemas que nos anclan al pasado, a las palabras recibidas que nos duelen, y también a las palabras silenciadas.

Entonces, la energía deja de fluir con su armonía vital. En ese momento surgen los malestares, los problemas, y los trastornos.

El ho’oponopono nos ayuda a sanar el “aka”.

Es capaz de reparar el vínculo con las personas importantes en nuestras vidas, y además nos permite recuperar la conexión con nuestro interior.

Esta filosofía: el ho’oponopono, nos hace practicar la bondad en su sentido más amplio, también nos hace practicar un perdón activo y envolvente que empieza en uno mismo y que sabe reconocer lo que es ético, lo que es virtuoso y la verdadera nobleza.

El ho’oponopono fue altamente eficaz para resolver diferentes problemas sociales: actos de delincuencia, disputas entre grupos de vecinos, familias, diferentes etnias e incluso problemas existenciales de una buena parte de la comunidad hawaiana.

Es muy interesante destacar que el ho’oponopono se implementó en los programas carcelarios con un tremendo éxito. Los ancianos guiaban a los reclusos en esta práctica para resolver las tensiones y los conflictos; se favoreció con ella una adecuada catarsis emocional que mejoró la convivencia en las instituciones penitenciarias de Hawái.

Comencemos el viaje…

Este viaje a la filosofía de vida milenaria hawaiana es un viaje hacia nuestro interior.

La técnica que hoy se practica, es muy similar a la que se practicaba hace 5.000 años.

El ho’oponopono se debe hacer desde dentro.

Es por ello que esta herramienta milenaria es muy útil para sanar desde dentro, para sanarnos desde nuestra raíz más profunda: el alma.

Todas las heridas externas cicatrizan para dejar un recuerdo de vida, pero las cicatrices del alma son difícilmente reparables.

No existe una cirugía definitiva para el alma; pero sí existe un apósito que repara el alma, ese apósito… es el perdón.

El perdón
es
un apósito
para el alma.

El perdón en Occidente

El perdón es común a todas las culturas y religiones. Pero, el enfoque para practicarlo siempre difiere de unas a otras.

En Occidente, el perdón va estrechamente ligado a la culpa y al autocastigo.

Sin embargo, en muchas culturas de la Polinesia el enfoque es algo más optimista y se relaciona con la confianza en uno mismo y la limpieza mental.

El significado literal de ho’oponopono es poner orden, rectificar, enmendar, revisar. Hoʻoponopono” se define en el diccionario hawaiano como “higiene mental”.

Entender el perdón

Para ser capaces de perdonar debemos entender el perdón para nosotros, y no para el otro.

El perdón es una responsabilidad individual, ya que el perdón reside en nosotros.

Al entender el perdón, nuestro horizonte será un horizonte henchido de gratitud.

El beneficiario del perdón

Cuando hemos entendido que el perdón es para nosotros. Es el individuo el primer beneficiario del acto de perdonar.

Cuando perdonamos, lo que hacemos es perdonar nuestra reacción a lo sucedido.

Las reacciones habituales son: la rabia, el enfado. En esa rabia habita la frustración. En ese enfado habita el castigo.

Entre la rabia y el enfado habita la tristeza.

En ese perdón a nuestras reacciones se crea el control de las emociones.

Cuando
somos presos
de nuestras emociones,
somos
nuestra propia cárcel.

La aceptación es la autopista hacia la gratitud

Cuando se perdona y se acepta, se deja de vivir desde el enfado, desde la crítica, y se anula el sentimiento de víctima.

Dejamos de ser víctimas para ser protagonistas.

Ya que desde la aceptación entendemos que la vida también nos puede brindar cosas desagradables, pero esas cosas las debemos transformar únicamente en aprendizaje.

Podemos unir la línea de puntos de nuestra vida, y trazarla en sentido contrario – hacia el pasado -. En esa unión, en esa conexión, entenderemos que las cosas malas que nos ocurrieron en el pasado dan sentido a nuestro presente.

El presente
es la realidad
que
el pasado
no consiguió domar.

La paz interior

Antes de cambiar el mundo de las personas que nos rodean, debemos cambiar nuestro mundo.

Nuestro mundo no es un mundo externo, nuestro verdadero mundo habita en nuestro interior.

En estos tiempos atomizados, y abrigados por la ferocidad del odio; debemos ser la bondad de la paz.

La única manera de ser paz para otros, es ser perdón.

Cuando perdonamos a otros, en ese acto de responsabilidad se alcanza la paz interior.

El bucle del rencor

Cuando el individuo culpa a la sociedad de su destino, el individuo es un «individuo víctima». Y, cuando en la sociedad predomina el «individuo víctima», esa sociedad es una «sociedad infantilizada».

La sociedad infantilizada es una sociedad en bucle, que es ajena a todo tipo de cambio, ya que un cambio requiere de un recorrido: de un principio y de un final.

La sociedad infantilizada es una sociedad enfadada. Los individuos están rabiosos, y el enfado copa casi la totalidad del día.

Alejados de la paz interior, se vive en el bucle del rencor.

Pero, si vivimos en un estado de paz interior, seremos capaces de alcanzar la sensación de calma en todo momento.

El mantra: “Lo siento. Perdóname. Gracias. Te amo”

Este mantra no necesita verbalizarse. Este mantra es una técnica introspectiva, es una técnica que mira hacia el interior.

Cuando comenzamos a conectar con estas palabras: “Lo siento. Perdóname. Gracias. Te amo»… Estas, nos orientan como una brújula a enfocarnos en nuestra responsabilidad individual.

A una responsabilidad individual que, al ser nosotros los únicos responsables de nuestros sentimientos y emociones, somos los verdaderos artífices de nuestra mirada.

Los únicos dueños de nuestra mirada, desde la cual podemos volver a enfocar nuestra visión del mundo.

En esa nueva visión del mundo donde habita el perdón, la calma interior se instaura insondable a nuestra alma.

La tormenta perfecta

Si nos sumergimos dentro de la «sociedad infantilizada» con ausencia de espíritu crítico, nos ahogaremos en la negatividad.

Debemos ser constructores de positividad, únicamente así podremos moldear nuestra alma.

Desde el perdón, desde el “Lo siento. Perdóname. Gracias. Te amo”, desde este pilar iniciaremos nuestra propia construcción.

Los bucles negativos nos sumergen en la tormenta perfecta, y son los que no nos permiten ser felices.

Porque ser feliz es únicamente vivir la vida que mereces.

Si vivimos desde el perdón y la gratitud, mereceremos el don de la felicidad.

Vivir la vida es vivir la plenitud del momento presente.

Colmarnos de vida es respirar la calma de un amanecer, sentir la emoción de un martilleo del corazón, acariciar la belleza de un gesto, y detener el presente en una mirada.

Referencias bibliográficas:

Pukui, Mary Kawena and Elbert, Samuel H (2009). Hoʻoponopono: Contemporary Uses of a Hawaiian Problem Solving Proces University of Hawaii (1986) ISBN 978-0-8248-0703-0

Simeona, Morrnah, Self-Identity through Hoʻoponopono, Basic 1, Pacifica Seminars (1990)

Vitale, Joe, Hew Len Ph.D (2011), Cero límites. Ediciones Obelisco

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El cuadrado de la felicidad

A lo largo de estos años he tenido la innegable suerte de conocer a una infinidad de personas, todas y cada una de ellas con sus singulares historias.

Historias con diferentes guiones, y todas ellas siempre persiguieron un mismo horizonte: la felicidad. De todas esas historias que conocí, sólo un grupo minúsculo de ellas la consiguió.

A lo largo de este escrito, les explicaré el secreto de la felicidad: el cuadrado de la felicidad.

El cuadrado de la felicidad

De la infinitud de cosas que existen en nuestras vidas, las vamos a dividir en: tener y querer.

Para ello, vamos a trazar dos líneas.

La línea del “tener”

La línea del “querer”

Entre estas líneas se encuentran todas las cosas.

Primer cuadrante: el cuadrante de la gratitud

“Lo tengo y lo quiero”

El ser humano es extremadamente consciente de lo que le hace falta, pero curiosamente se olvida por completo de lo que posee.

La experiencia nos dicta que se necesita perder lo que se tiene para valorarlo. Si ustedes piensan en la salud y en el amor, en cuanto se pierde cualquiera de ellas, sentimos cómo parte de nuestra vida se evapora apresuradamente.

Es por ello, que debemos valorar las cosas que tenemos antes de perderlas. La vida está henchida de pérdidas, pero también lo está de ganancias.

La gratitud hace germinar a las semillas del futuro.

La gratitud nos lleva a la abundancia, genera en nosotros un estado de bienestar y nos hace vincularnos a las bondades de la vida.

El desarrollo de este primer cuadrante es importante para ser conscientes de la suerte que nos proporciona ser poseedores de las cosas que realmente necesitamos.

Pero, este primer cuadrante no nos llevará a la felicidad.

“Un sólo pensamiento de gratitud hacia el cielo, es la oración más perfecta”. Gotthold Ephraim Lessing

Segundo cuadrante: el cuadrante de la ambición

“No lo tengo y lo quiero”

Nuestro cerebro está programado por defecto para buscar una y otra vez este cuadrante. Lo hace de forma natural, porque el cerebro se orienta por la brújula de la supervivencia.

No sobrevivimos por darnos cuenta de que tenemos comida, sobrevivimos por darnos cuenta de que “no” tenemos comida. Esa actitud de supervivencia es la que nos hace perseguir, lograr y tener.

En la modernidad tardía, parece que este cuadrante ya está enteramente cubierto. El ser humano cree fantasiosamente que su supervivencia ya está garantizada.

El desarrollo de este segundo cuadrante es importante para poner a trabajar a nuestra atención, para poner nuestro foco en la ambición.

Desde la ambición se crece, y en ese crecimiento se consigue inconscientemente la mejora continua.

No obstante, este segundo cuadrante tampoco nos llevará a la felicidad.

Es más, vivir constantemente en este cuadrante, nos producirá una tremenda infelicidad.

“La ambición del corazón es pura. No compite con nadie y no hace daño a nadie”. Robert Fisher

Tercer cuadrante: el cuadrante del victimismo

“Lo tengo y no lo quiero”

En este cuadrante se enmarca el rol de víctima constante.

El ser humano vive bajo la queja constante. La enfermedad que tienes, pero que no quieres, el jefe que tienes, pero que no quieres, el problema económico que tienes, pero que no quieres.

En definitiva, ese problema de cualquier tipo que no quieres pero que tienes.

Bajo el rol de víctima constante, bajo la queja constante, el individuo orbita en un círculo eterno. Y, dentro de ese círculo, todo empieza y termina en la misma posición.

“Una mentalidad de víctima es una forma prolongada de suicidio”. Steve Maraboli

La realidad es aquello a lo que prestas atención, aquello a lo que regalas tu atención. Si esa atención se fija en lo que únicamente no tienes, la vida es únicamente carencia.

Para atraer a la abundancia debemos entender que todo forma parte de un mismo cuadrado donde están todas las cosas. Todo es necesario, lo que quieres y lo que no quieres.

Y, es nuestra elección saber qué cuadrante elegir.

Nunca debemos instaurarnos en el tercer cuadrante. Este cuadrante es sinónimo de infelicidad.

La queja es una ceguera completa de la realidad.

Todos podemos esculpir nuestra realidad, pero para ello debemos ser “cambio”.

En la queja no existe el cambio.

Los problemas se solucionan bajo el efecto del cambio.

La solución final no siempre es la eliminación total del problema, pero siempre se puede reducir o minimizar el mismo.

La felicidad comienza cuando dejamos de quejarnos por tener problemas.

Los problemas, en definitiva, son sinónimos de vida.

Únicamente podemos eliminar, reducir o minimizar los problemas que dependen de nosotros mismos. Jamás podremos hacer nada al respecto con lo que se escape de nuestro control.

Una vez asumido que solamente podemos controlar lo que depende de nosotros, la queja termina por ser eliminada.

Enfocados en lo que depende de nosotros mismos, somos los únicos responsables de nuestra felicidad.

Cuarto cuadrante: el cuadrante de la felicidad

“No lo tengo y no lo quiero”

Tanto las cosas que tenemos como las que queremos, sendas, son finitas.

En la materialidad todo es finito.

Una mentalidad finita es una mentalidad de carencia. Si en el conjunto de nuestras cosas introducimos las cosas «no tangibles», todo se convierte en algo desmesurado… en infinito.

En ese infinito es donde comienza una mentalidad de abundancia, es donde habita la felicidad.

En el cuarto cuadrante, en el cuadrante de la felicidad, existe un infinito esencial.

El infinito esencial

El infinito esencial son las cosas que no queremos tener: problemas severos de salud, impedimentos físicos, mentales, guerras… Es posible que poseamos alguna de ellas, pero aun así, las que no tenemos siguen siendo infinitas.

Al ser dueños de ese infinito esencial: cosas que no tengo, y que no quiero… al unir ese infinito con la gratitud: viviremos en un estado permanente de felicidad.

Vivir en este cuarto cuadrante también se entrena. Hay que saber poner el foco en la fortuna de lo que no tienes, y que tampoco quieres.

La vida es azarosa y siempre está predispuesta al cambio, por ello, vivir el momento presente es garantía de gratitud, y por ende de felicidad.

La felicidad es una utopía cuando es el espejo de una realidad inventada, pero cuando la felicidad es el elogio de la vida… la felicidad es simplemente posible.

“Éste es el secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que uno tiene que hacer”. Aldous Huxley

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La transformación de la realidad

En la modernidad tardía todo son imágenes, todo es visual.

Henchidos de fotografías nos hemos olvidado de mirar, porque mirar es complicado y exige de nuestra atención.

Existen muchas miradas, y todas ellas ven una misma realidad: una realidad inmutable. Pero, existe una única mirada que es capaz de transformar la realidad: la mirada contemplativa.

Les propongo un viaje con tres estaciones: creer, crear, y transformar.

El final del viaje será el eclipse de la ceguera.

El final del viaje será una nueva realidad.

El sistema de creencias

Nuestro sistema de creencias se manifiesta en nuestra mirada.

Nuestra mirada es nuestra manera de estar en el mundo.

Tristemente, desde la más tierna infancia, a las personas se las educa bajo una mirada basada en la carencia.

Esa carencia se va acomodando en la persona, hasta que esta se termina únicamente enfocando en sus defectos y debilidades.

La carencia
crea
el hábito
de olvidar lo valioso.

Las malas miradas: las miradas limitantes

Debemos despojarnos de nuestra mirada actual: la mirada limitante.

Cuando una mirada se cultivó en la carencia es una mirada limitante.

Todas las miradas limitantes son malas miradas.

Existen varios tipos de malas miradas

Mirada intimidante: la que asusta, la que da miedo.

Mirada apabullante: la que ve a la otra persona como alguien a quien maravillar.

Mirada inconstante: la que proporciona emociones agradables, pero no lo hace de forma sostenida.

Mirada sobreprotectora: la que no ve a la otra persona como a una persona autónoma.

Mirada molesta: la que ve a la otra persona como un obstáculo o un incordio.

Mirada rígida: la que ve a la otra persona como algo a lo que modelar.

Mirada tímida: la que mira para que la otra persona no perciba sus contradicciones o sombras.

Mirada rechazante: la que ve a la otra persona como un parásito.

Todas las malas miradas tienen un denominador común: solamente ven.

Las personas que viven en carencia únicamente ven, no miran.

En esa limitación ven objetos, y no personas.

Si realmente miramos a una persona, percibimos su complejidad: sus cualidades, sus limitaciones, sus aspiraciones, y sus deseos.

Estación uno: creer

Creer en nosotros mismos: la abundancia

Para poder transformar la realidad debemos creer.

Primero debemos creer en nosotros mismos, en nuestra propia persona.

Comenzaremos a creer en nosotros mismos cuando nos desenfoquemos de nuestros defectos y debilidades. En ese «desenfoque» se irá difuminando la carencia.

Al borrarse la carencia, comenzaremos a hacer hueco a la abundancia.

Al creer en uno mismo se forja la necesidad de creer en los demás.

El ser humano necesita de vínculos, está programado para ser parte de otros.

El individualismo es contrario a nuestra especie.

Estación dos: crear

Creer en la otra persona: la confianza

Cuando se cree en otra persona, se crea el vínculo de la confianza.

Ese vínculo es el que nos hace ir modificando la mirada, y desde esa modificación se comienza a cuestionar la realidad.

La realidad se puede transformar desde la calidad de nuestros pensamientos, sentimientos, actitudes, principios, y valores.

Si
hay calidad en el alma,
hay calidad en la mirada.

En la confianza se refuerza la calidad de la mirada, porque en una relación de confianza se persigue un bien común.

Ese bien común es el punto de partida del «crear». Se comienza así a “crear” una nueva realidad.

La belleza de la confianza: la intimidad

Desde la intimidad, nuestros sentidos se expanden azarosamente sin ser presas de los miedos. En esa intimidad la libertad vive, porque en esa confianza plena habita el respeto.

La intimidad
es
la belleza
de la confianza plena.

Al no existir el miedo, sabes que la otra persona acogerá a todas tus opiniones . Acogerá a tus pensamientos, y con toda seguridad les matizará. Siempre desde el espíritu crítico, que es el que hace evolucionar cualquier relación.

En ese espíritu crítico, en ese intercambio sin fronteras de pensamientos y emociones, sin la voluntad de herir… se refuerza el vínculo de la confianza.

La intimidad
es
el lugar seguro
de una mirada.

Estación tres: transformar

La única mirada buena: la mirada apreciativa

Como expuse anteriormente, existen varios tipos de malas miradas, y todas ellas estaban basadas en la carencia.

La mirada apreciativa se enfoca en las virtudes y los talentos del otro. La mirada apreciativa hace que percibamos lo valioso del otro.

Lo valioso del otro, es su esencia.

La mirada apreciativa es la abundancia.

Antoine de Saint-Exupéry en El Principito nos dice: «Lo esencial es invisible a los ojos”.

Y, esa esencia sólo se puede ver con el corazón.

La mirada apreciativa nos potencia, ya que nos libera de nuestras creencias limitantes: desnuda la realidad.

En esa realidad desnuda reconoces al otro, y al volver a mirar, las miradas se vuelven a conocer.

Surge así un vínculo eterno.

El eclipse de la ceguera

Al mirar desde la mirada apreciativa, no se mira únicamente, se abraza a la otra persona.

Abrazar con la mirada es mirar con todos los sentidos. También, es sentir el dolor y la felicidad en un rostro. Y, también es saber reconocer que tras los parpadeos se esconde la historia de una vida.

En la mirada apreciativa brota el interés, el respeto, el aprecio, la sinceridad, y la empatía.

La mirada apreciativa ve más allá de lo meramente visible, y en ese momento… el eclipse de la ceguera.

La transformación de la realidad

Cuando nuestros ojos sólo son capaces de ver con una mirada apreciativa, nace una nueva realidad llena de belleza y de abundancia.

La mirada apreciativa es una mirada hacia el otro, y también hacia todo lo que nos rodea.

Todo deja de estar limitado, porque todo deja de ser únicamente material.

Lo que nos limita es la oscuridad, y sin las fronteras de las creencias somos únicamente luz.

La mirada apreciativa es una mirada luminosa en la cual el que mira y lo mirado son luz.

Como se recoge en el Talmud…

«No vemos el mundo como es,
vemos el mundo como somos».

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La inteligencia y la sabiduría

Siempre se buscan grandes ideas, ideas que nos hagan estar satisfechos con nuestro intelecto. En definitiva, ideas que nos hagan transcendernos en el día a día.

Para poder transcendernos en el día a día no se necesita de la inteligencia, se necesita de la sabiduría.

El viaje a la sabiduría

No existen sabios, ya que todos debemos ser aprendices de sabios.

Al emprender el viaje a la sabiduría, nos iremos transformando en maestros.

Un maestro es una persona por concluir, es un eterno aprendiz.

La inteligencia estancada

Cuando era más joven me apoyaba constantemente en la inteligencia.

Todo lo basaba en la materialidad de la inteligencia, creía que lo sabía todo. Y curiosamente, no tenía nada más que aprender.

Estaba estancado en la rigidez del razonamiento, que es la pura inteligencia.

La rigidez es inerme, te ancla a la unicidad. Todo ello es el caldo de cultivo de la soberbia.

Los primeros pasos a la sabiduría

Los primeros pasos te llevan a romper las férreas cadenas de la inteligencia, te elevan a un estado de libertad.

Desde esa libertad te desanudas de las ideas preconcebidas, y desde esa libertad comienzan a desaparecer las ideas limitantes.

“El conocimiento es algo fácil; la sabiduría es difícil. Para saber, has de atravesar muchos fuegos”. Osho

La inteligencia pura es inmóvil

La inteligencia pura es un lastre que hace que el verdadero conocimiento no tenga recorrido.

En esa falta de recorrido, no pueden transitar las ideas innovadoras.

La falta de evolución
es
la falta de innovación.

El péndulo de la sabiduría

La sabiduría te hace fluir en un caudal de vida.

Desde la sabiduría todo está en una constante oscilación, como en un péndulo.

Un péndulo que oscila en tres estados principales: recibir, aprender y dar.

El péndulo de la sabiduría es el péndulo de los tres estados principales.

Nada es inerme, todo posee vida. Las ideas se crean de una manera azarosa, como en una sincronía atemporal.

El ser únicamente inteligente

El ser únicamente inteligente, al no ser poseedor de humildad, nunca va a poder incorporar a su conocimiento la sabiduría.

El ser únicamente inteligente, vive bajo el yugo de una realidad material y objetiva —ya que es incapaz de mirar desde los ojos del observador—.

Desde esa realidad material y objetiva, el ser: divide, juzga, discrimina y ofende.

La inteligencia al servicio de la sabiduría

Las grandes ideas surgen cuando ponemos la inteligencia al servicio de la sabiduría.

En ese momento comprendemos que todo está fragmentado, que la realidad son fragmentos que debemos de entender para posteriormente unir.

En esos fragmentos se comprende la humildad, que es la virtud que nos aboca al conocimiento.

Todo es para bien: la plenitud

Desde un estado de plenitud, las ideas brotan constante y azarosamente.

Al estado de plenitud se llega cuando se entiende que todo lo que sucede es para bien.

«HaKol Letováh»
«Todo es para bien». Akiva ben Iosef

Ergo, cuando todo es para bien no se necesita controlar todo.

Se crea así un estado interior de paz.

El entender que sólo podemos controlar lo que depende de nosotros, nos hace amarrarnos a nuestra verdadera esencia.

«Tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás la fuerza”. Marco Aurelio

La sabiduría es una mera intersección de vida

El fluir de las ideas: la creatividad constante

Un sabio organiza, planea, coordina, estructura, y finalmente ejecuta. El resultado no depende de él. Da igual el resultado, porque el resultado siempre va a ser para bien.

Esta es la clave de nuestra evolución.

Evolucionamos porque fluimos, y sólo se puede fluir desde la sabiduría.

Lo realmente interesante del «dejar fluir» es que no aprendemos de la meta, aprendemos del camino.

En ese aprendizaje es desde donde comenzamos a ser camino, y con el paso del tiempo podremos ser huellas para otros caminos.

La gratitud

La sabiduría vive en un estado constante de gratitud.

La gratitud anula la necesidad, anula el sesgo de la carencia.

Anulado el sesgo de la carencia, el individuo vive en la abundancia. En un estado constante de abundancia, el péndulo de los tres estados principales: recibir, aprender y dar; es un péndulo que oscila con precisión inmaterial.

“El amor desecha el temor, y la gratitud vence el orgullo”. Louisa May Alcott

El antídoto para el ego

Cuando se vive en estado permanente de carencia, todo es ego. El ego nutre a la soberbia hasta aislar al individuo en su mundo solitario.

Cuando se activa la gratitud, se activa la humildad, se comienza así a anular el ego: la sabiduría inicia así su camino.

“La humildad es una virtud tan poco apreciada en nuestro mundo precisamente porque facilita la vida”. Orhan Pamuk

Todos los tiempos son perfectos

Si separamos nuestras vidas por tiempos, desde la sabiduría entendemos que cada uno de ellos es perfecto. Porque, esos tiempos te trajeron a este momento presente. Todos esos momentos pretéritos están henchidos de sabiduría, y cuentan tu legado más importante… tu historia.

La diferencia principal entre la inteligencia y la sabiduría define la personalidad del individuo.

El “ser inteligente” es complicado, es difícil porque su vida es complicada. El mundo es únicamente su mundo, y la realidad es únicamente lo que su espejo mira.

El “ser sabio” es una persona fácil, porque su vida es llevadera. El mundo es parte de otros mundos, y la realidad es la que él mira para verla en otros espejos.

La inteligencia es solo un paso,
pero
la sabiduría es el camino.

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Referentes

Cada año se celebra una diversidad de galas, y eventos en los que reconocen el liderazgo y el éxito profesional de las mujeres.

Cuando una niña o una joven siente que quiere ser como ellas, dicho gesto ya justificaría cualquiera de las galas. Más allá de la propia notoriedad de las mujeres puestas en valor, se crean referentes para muchas niñas.

Existe un «paper» que demuestra que cuando las mujeres jóvenes ven a otras mujeres en posiciones de éxito y autoridad, se amplían sus propias aspiraciones y las percepciones sobre lo que pueden llegar a lograr.

Pero, lo más importante del «paper»; y, es a lo que quiero hacer referencia, es que estos modelos de mujeres a seguir: no únicamente representan el éxito, sino que también hacen que los objetivos perseguidos por las jóvenes les parezcan alcanzables.

Todo esto parece perfecto, incluso ideal. Pero, vamos a ahondar un poco más en el asunto.

Existe un problema, y es que las jóvenes ven a esas mujeres referentes muy lejanas.

A lo largo de mi vida he conocido a un gran número de mujeres referentes, y a su vez, me enorgullece decir que mis mejores alumnos han sido mujeres.

Curiosamente, todas ellas siempre tuvieron un referente de valor cercano.

Es de vital importancia crear un camino que conduzca a la excelencia entre los jóvenes. Este camino debe estar confeccionado desde la igualdad de oportunidades.
Durante ese camino de excelencia de las niñas del hoy, que serán las mujeres del mañana, se deben crear entornos de aprendizaje positivo. Debemos prepararlas en todo momento para que al final hagan lo que deseen.

En ese deseo de búsqueda, ellas sabrán cómo conseguir sus propios objetivos, además referentes tendrán siempre en la lejanía.

No obstante, el problema surge por la falta de deseo de búsqueda. Porque, cuando más las hace falta, en su infancia, en su desarrollo, necesitan referentes cercanos.

Tener un referente cercano, puede ser: un profesor inspirador, una vecina triunfadora, incluso algún amigo. Pero, los referentes deben estar en la cercanía, deben ser tangibles.

En el desarrollo se necesita de referentes todos los días, y a todas las horas.

Las familias deben confeccionarse desde la atención, porque lo que necesitan las jóvenes es atención.

Inmersos en la cultura de la inmediatez, los individuos se abandonan a distracciones baldías para dejar de enfocarse en lo realmente importante que es lo más próximo… lo más cercano.

Es nuestra responsabilidad hacer un mundo de jóvenes que puedan cumplir sus sueños.

Desde sus sueños nacerán nuestras nuevas realidades.

Hace muchos años, un profesor referente mío, me dio un consejo que he usado a lo largo de toda mi vida, y que ahora compartiré con ustedes.

Cuando establezcan una conversión con una persona, hagan entender a esa persona que ella para usted… es todo su mundo.

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El Kaizen: el camino a la excelencia

Habitualmente, cuando se quiere mejorar cualquier aspecto en nuestras vidas, o en los negocios, se fijan unos resultados muy ambiciosos. Una vez fijado esos ambiciosos resultados, la estrategia para conseguirlo debe ser la más rápida posible.

En esa celeridad, en esa ansia por buscar resultados inmediatos, el individuo se frustra rápidamente para también rápidamente abandonar.

La modernidad tardía, con sus comodidades y sus prisas, aboca al individuo al abandono cuando no ve resultados inmediatos.

Pero, conseguir cualquier objetivo por ambicioso que sea es posible gracias a la mejora continua. Gracias al método Kaizen.

Lo realmente interesante del Kaizen es que es una alternativa mucho más sencilla que nos permite alcanzar exactamente los mismos resultados, pero con un porcentaje de éxito infinitamente mayor.

Unas pinceladas de historia

El Kaizen es una metodología de trabajo que fue diseñada para conseguir los niveles de calidad más altos posibles.

Nació en los años 50 del siglo XX, y de hecho esta metodología llevó a Japón a convertirse en una de las primeras economías del mundo. Japón es la economía número 4 del mundo en términos de PIB.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos hizo un enorme esfuerzo para ayudar a la reconstrucción y a la reindustrialización de muchos países que habían quedado absolutamente devastados. En Europa, por ejemplo, se desarrolló lo que se conoció como el plan Marshall.

Curiosamente, España fue el único país europeo que no se benefició de ese plan, fue el único gran país de Europa occidental que quedó excluido de las ayudas del plan,

En realidad, el plan Marshall ni siquiera se llamaba así. Su nombre completo era European Recovery Program, pero gracias a una genialidad del marketing, los norteamericanos lo vendieron así en la prensa y en las radios de la época y hasta hoy lo seguimos llamando plan Marshall.

El objetivo real era evitar perder la posguerra, no era otro. El escenario por aquel entonces era terrible, las economías de los países europeos no terminaban de arrancar y había muchísima hambre y muchísima pobreza. Existía una enorme preocupación porque las ideologías extremistas como el fascismo o el comunismo volvieran a adueñarse de estos países. Especialmente se temía al comunismo, porque por aquel entonces la Unión Soviética estaba muy reforzada tras la guerra.

Lo que se decidió fue reindustrializar a todos estos países con ayudas económicas, pero también con la importación de técnicas de trabajo y de producción que ya funcionaban en los Estados Unidos. Se haría así mejorar la economía, y con ella la calidad de vida de las personas que vivían en estos países para que no se vieran tentados por populismos extremos.

El plan fue todo un éxito y de hecho reactivó muchas de las economías europeas, por supuesto la de Reino Unido, Francia, Alemania, y Portugal.

En el otro lado el mundo, Japón también había quedado absolutamente destrozada tras la guerra, pero lo cierto es que los estadounidenses no les tenían ninguna simpatía.

Era evidente, los japoneses eran quienes les habían declarado la guerra. Pero, curiosamente, con el estallido de otra guerra, la de Corea, Japón pasó a tener una importancia estratégica de golpe. Entonces, el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

A partir de 1950 se crearon planes de ayuda y desarrollo específicos para Japón. De hecho es que en los casi cuatro años que duró la guerra de Corea, entró en Japón más dinero americano del que recibió ningún país europeo durante todo el plan Marshall.

Como parte de esos esfuerzos, los americanos llevaron a Japón a expertos que pudiesen introducir en la industria japonesa las técnicas de control de calidad que ya empezaban a usarse en los Estados Unidos.

Entonces, sucedió algo absolutamente maravilloso. Lo que pasó fue que la aproximación más racional y estadística occidental se acabó fusionando de una manera un poco extraña con la tradición filosófica japonesa y con esa permanente búsqueda de la superación personal que poseen.

De esta mezcla tan singular nació el Kaizen.

En el mundo empresarial, su máximo representante ha sido siempre Toyota, sin ninguna duda. Al implantarlo, Toyota lo que hizo fue involucrar a todos y a cada uno de sus trabajadores con un único objetivo: mejorar los procesos de producción.

Lo hicieron dándoles unas instrucciones muy sencillas. Cada vez que tú detectes algo que pueda mejorarse, por pequeño que sea, lo que haces es que levantas la mano, paramos la producción y entre todos pensamos una forma de mejorar antes de continuar.

Se animó a todos los empleados, desde los que limpiaban la fábrica hasta los del Departamento Comercial o de Innovación, que prepararan pequeñas tarjetas proponiendo mejoras. Así iban ascendiendo en la jerarquía. Al final, lo que se consiguió fue fabricar coches con cero errores, de manera que pudieran incluso superar a sus competidores norteamericanos.

El objetivo era integrar constantemente pequeñas mejoras marginales que con el tiempo y su acumulación acabaran teniendo un efecto exponencial en el largo plazo.

El resultado fue tan exponencial que, de hecho, Toyota pasó de fabricar unos 300 automóviles en 1950 a convertirse en el primer fabricante mundial en 2007, adelantando obviamente a todos los norteamericanos por el camino.

Toyota, es el rey mundial del automóvil por cuarto año seguido. En 2023, el grupo japonés logró un récord de ventas con 11,23 millones de unidades, dos millones más de coches que Volkswagen.

El cambio sin duda no fue nada rápido, pero desde luego fue el más efectivo de la historia.

El significado de la palabra Kaizen

Kaizen es una palabra japonesa que se compone de dos sinogramas de escritura japonesa que significan “bueno” y “cambio”. Por lo tanto, el término significa literalmente cambio para bien, aunque suele traducirse como “mejora continua”.

La regla del 1%

Si fuéramos capaces de mejorar un 1% diario en aquello que queremos mejorar o lograr, podríamos llegar al 100% en menos de 100 días. La mejora de cada día se acumula para el día siguiente, en apenas 70 días habrás mejorado un 100%.

Es la magia de los efectos potenciales en el largo plazo.

Estrategia para llevar a cabo el Kaizen: un pentálogo

Paso 1: la mirada crítica

Debemos ser poseedores de humildad. La humildad nos lleva a la mirada crítica, es capaz de reconocer nuestros problemas. Ese será nuestro punto de origen. La complacencia es el enemigo del Kaizen. Comenzaremos a ver cambios positivos cuando dejemos de ser conformistas.

Paso 2: la voluntad de superación

Debemos llevar la voluntad de superación a todos los ámbitos de nuestra vida. Desde nuestro primer momento del día, y en todas nuestras acciones. Hacer todo un poco mejor cada día.

Paso 3: una mejora infinita

Cuando hayamos resuelto un problema, veremos una decena de ellos más. El camino del Kaizen no tiene una meta. El camino de la mejora continua no termina nunca, ya que siempre existe un margen para la mejora.

Paso 4: la belleza en la búsqueda

Nunca se debe esperar una solución perfecta. Esto a muchas personas les produce la parálisis por análisis, ya que encuentran la excusa perfecta para no hacer nada. Pero, cuando caminamos en la senda del Kaizen, nos movemos. Al no detenernos nunca, en ese camino de prueba-error, avanzamos sin apenas darnos cuenta.

Paso 5: la autoexigencia

Jamás podremos progresar sin la humildad, que es la que tiene el poder de reconocer nuestros errores. También, debemos saber ver el problema para así poder encontrar una solución. Para encontrar esa solución debemos dirigir la mirada hacia nosotros. Saber en lo que nos equivocamos es una sinfonía hacia el éxito.

Las estrategias fallidas

Me encuentro a diario con personas superadas por la parálisis por análisis. Personas que viven una vida inmutable, con falta de acción debido a que son presas de una estrategia fallida.

Las personas utilizan dos estrategias.

Estrategia 1: la fórmula mágica

La estrategia, que es propietaria de una fórmula mágica, permite a la persona hacer las cosas sin esfuerzo. Y, no únicamente eso, también de una manera casi inmediata.

Las fórmulas mágicas se recogen en una infinidad de libros: hacerse millonario en una semana, ponerse en forma en cinco minutos, aprender idiomas en un mes, etc.

Estrategia 2: el plan mensual

La estrategia del plan mensual. Un plan ultra completo, henchido de hitos y de puntos clave.

La estrategia del plan mensual se empieza con ilusión los primeros días, pero al poseer hitos demasiado altos en muy poco tiempo… terminan siendo un plan fallido.

El resultado de ambas estrategias es el mismo: el abandono.

Todo es mucho más sencillo de lo que parece.

El verdadero plan es el objetivo, hacer un poco más cada día.

Enfocar el Kaizen en dos fuentes

Existen dos fuentes de mejora clave.

Una es incrementar tus fortalezas, o aquello que crees que está concluido.

La otra obviamente, es reducir tus debilidades, o aquello que te aleja del objetivo.

En esas fuentes de mejora nunca es conveniente hacerlas de una manera radical; eso en el largo plazo nunca funciona.

Se necesita del fluir pausado de los cambios, y de las bellas sensaciones que estos generan.

La clave es ir incorporando cada día nimios cambios.

El poder de las 10000 horas

Para obtener la maestría en cualquier profesión o en cualquier actividad, vas a necesitar invertir 10000 horas de tu tiempo.

Esta teoría es del escritor Malcolm Gladwell, que escribió sobre la regla de las 10.000 horas en su bestseller de 2008: «Outliers» («Fuera de Serie», en español).

Lo realmente interesante, es que si una persona, en lugar de invertir 10000 horas, invierte 100, nunca va a saber hasta dónde puede llegar su potencial.

El Kaizen, en su mejora continua, se realiza un proceso de «automejoramiento» personal al intentar explorar donde está verdaderamente tu techo.

Las tres llaves de las puertas del triunfo

Hablo de triunfo y no de éxito. El éxito siempre es incierto, pero el triunfo es el resultado de haber sido capaz de vencerte a ti mismo.

Llave 1: la humildad

La mirada crítica, el origen de todo. Anulada nuestra complacencia e instaurada la humildad.

Somos sabedores de que siempre podemos mejorar, ergo siempre podemos aprender.

Ese aprendizaje diario nos hará desprendernos de los malos hábitos.

Debemos ser poseedores de humildad. La humildad nos lleva a la mirada crítica, es capaz de reconocer nuestros problemas. Ese será nuestro punto de origen. La complacencia es el enemigo del Kaizen. Comenzaremos a ver cambios positivos cuando dejemos de ser conformistas.

Llave 2: la presencia plena

La presencia plena, o prosoche fija nuestra atención en lo que realmente estamos haciendo.

Cuando somos poseedores de la atención plena se produce la famosa «sensación de flujo», también conocida como «la zona», es el estado mental operativo en el cual una persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta.

Perdemos la noción del espacio y del tiempo, porque nosotros somos la tarea.

Llave 3: la perseverancia

La perseverancia y la persistencia son inseparables.

Si tenemos la voluntad de mejorar continuamente, hay que volcar nuestras energías en ello. La energía de nuestro cuerpo es renovable, e ir alcanzando metas a diario hará que esta energía se renueve más rápidamente.

El resultado final del Kaizen: la excelencia

Saber que todo lo que haces se va a proyectar en el tiempo nos conduce a la excelencia.

Cuando surge en nosotros la necesidad de la excelencia, somos seres con un propósito de mejora.

La excelencia no es algo a lo que llegas, es algo sobre lo que cabalgas.

La excelencia se construye cada día, es por ello de la importancia de «estar en el presente», de vivir con atención plena.

Somos seres a largo plazo, y las verdaderas transformaciones y cambios llegan a largo plazo.

Somos creadores.

Somos los únicos responsables de nuestra realidad, porque la realidad la creamos cada día.

Inmersos en el Kaizen, estamos inmersos en la excelencia.

El opuesto a la creación es el victimismo. Por ende, podemos ser creadores o víctimas.

“Sobreestimamos lo que podemos hacer en un año, pero subestimamos lo que podemos hacer en diez años”.

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