Nuestro destino, nuestro propósito

En un mundo en el que todo es demasiado acelerado, tan acelerado que todo respira con prisas se nos olvida la más urgente de las preguntas.

¿Cuál es la más urgente de las preguntas?

Albert Camus en su mito de Sísifo afirma que la más urgente de las preguntas es si realmente vale la pena vivir.

Ante esta cuestión se me plantea otra pregunta: ¿vivimos o sobrevivimos?

Para nosotros como individuos debe ser una necesidad el hecho de aceptar nuestra existencia, y a su vez debemos de rechazar el mero hecho de sobrevivir.

No obstante, en esta sociedad contemporánea el ser humano es únicamente espectador. Un espectador de todo: de la política, del arte, de los medios de comunicación y difusión, hasta de su realidad.

El individuo acepta y normaliza el rol de espectador de su propia vida

Ciertamente, ser espectador es una comodidad a la que se adapta nuestro ser con el transcurso del tiempo. La pregunta pierde su vigencia cuando la sociedad tiene como referencia a lo material, y no a lo espiritual.

Muchos de los filósofos contemporáneos aceptan la falta de significado de la vida como parte de la condición humana. Por ende, es mejor para el individuo no enfrentarse a la vida.

Nada más alejado de mi pensamiento que se acerca en gran medida al de Sócrates, que propone que: una vida reflexionada vale la pena ser vivida.

Lo única certeza de nuestra vida es su finitud. El futuro es una proyección de nuestra realidad. Cuando dejamos de vivir en el presente estamos condenados a ser esclavos de nuestra ansiedad.

El budismo destaca la importancia de vivir el presente, como así también lo hace la filosofía estoica con su máxima: vivir el momento presente.

El futuro únicamente puede causar ansiedad, ya que es algo que no depende de nosotros, y como consecuencia de ello nos estancamos en el tiempo.

La falta de motivación contemporánea

Cuando vivimos en el futuro no podemos movernos, puesto que para poder movernos debemos tener los pies en un presente sólido: donde podamos construir, donde podamos pisar.

“Ser huella
es
ser presente”

Etimológicamente, motivación significa mover, es aquello que mueve la conducta.

Debemos tener la capacidad de adquirir motivación y sentido. Para ello tenemos que buscar lo valioso. Lo valioso es aquello que contribuye a dar plenitud a nuestra vida, es aquello que da un sentido para motivar nuestra existencia.

Cuando encontramos lo valioso, encontramos nuestro bienestar que consiste en disfrutar del presente sin la agobiante ansiedad por conquistar el futuro.

Lo realmente valioso en la sociedad contemporánea

Los valores como la riqueza, la fama y el poder conducen al vacío. Es por ello que vivimos circundados por una vacuidad no antes vista.

Seres vacíos que persiguen el relleno de lo material son como ánforas agujereadas que nunca llegan a colmarse: seres vacíos de un interior vacío.

No obstante, podemos empezar a tapar esos agujeros a partir de nuestros pensamientos.

Decía Marco Aurelio que la calidad de nuestra vida depende en gran media de la calidad de nuestros pensamientos.

Platón y Aristóteles llamaron a esos valores que nos colman de vacío interior: bienes externos.

Los bienes externos son los que dependen de los demás: fama, riquezas materiales, poder, etc.

Pero, podemos llenar nuestro interior: ser el presente de nuestra vida. En definitiva; podemos vivir, y no sobrevivir llenándonos de bienes internos.

Los bienes internos: nuestra verdadera riqueza

Los bienes internos o bienes superiores dependen de nosotros, puesto que son el conjunto de hábitos con los que hemos trabajado nuestro carácter.

«Nuestros hábitos
son
los que crean nuestra identidad»

Debemos despojarnos de la falsa creencia de que valores como la riqueza o la fama son valiosos. Son considerados valiosos, pero realmente no lo son, puesto que no son imprescindibles para llevar una buena vida.

Una persona sabia, si está carente de bienes externos será feliz porque antepondrá sus bienes internos: esa serie de virtudes, hábitos o disposiciones que aprendió a desarrollar.

Estos bienes internos son: justicia, templanza, prudencia, humildad, indulgencia, la disposición a perdonar, la dulzura, y la no disposición a dejarse dominar por la ira, entre otras virtudes.

«Una buena vida
debe detenerse…
ser serena,
sólo
cuando te paras
puedes remover los obstáculos»

En el caso de la pérdida tanto de nuestros seres queridos como de nuestras posesiones materiales, los valores que hemos desarrollado permanecerán como nuestro bien más preciado.

“Nuestro futuro
únicamente depende
de
nuestra experiencia”

Erich Froom y el hombre como consumidor

Erich Froom se centra en una cuestión central de la filosofía: ¿Dios ha muerto?

Froom da un giro a la cuestión afirmando que: «el ser humano ha muerto».

El ser humano se ha reducido a un modelo de consumidor pasivo, y totalmente alienado. Esto convierte al mundo en una suerte de cosas y de objetos, no en algo por lo que interesarse o con lo que relacionarse.

El «falso bienestar» termina siendo una eterna angustia, ya que únicamente depende de lo que se tiene y no de lo que se es.

El fervor por el consumo es lo único que proporciona bienestar al ser humano, y por ende es lo único que configura el sentido de su vida.

Aprender a vivir: nuestra mayor conquista

Aprender a vivir es entender la certeza de nuestra finitud.

La vida es un bien caduco, pero no por ello pierde su valor, ni tampoco pierde su sentido por no ser eterna.

Vivir el momento presente con la plenitud de todas sus posibilidades nos proporciona la posibilidad diaria de plantar nuestras huellas.

«Sabiendo
de nuestro final,
nuestras huellas
deben
ser el origen
de nuevos caminos»

La belleza del aprendizaje reside en que nos va perfeccionando. De acuerdo con el filósofo Luc Ferry: el sentido de la vida se encuentra en la posibilidad de perfeccionar nuestro modo de vivir.

“La búsqueda constante
del refinamiento de nuestras habilidades
nos enmarca
en un universo propio
y
alejado de las agresiones externas de lo vacuo”

El sacrificio voluntario de uno mismo

Carl Jung mientras escribía su obra el libro rojo, la que podemos considerar su obra central, descubrió el verdadero propósito del ser humano: «el sacrificio voluntario de uno mismo».

Nuestro destino, nuestro propósito

Es evidente que el individuo sin un propósito está perdido, y cuando el individuo está pedido es únicamente vacío.

Debemos poder colmarnos con un destino, con un propósito.

Para poder encontrar nuestro verdadero propósito debemos identificar por lo que estaríamos dispuestos a sacrificarnos.

El sentido de vacío surge cuando no somos capaces de encontrar algo más valioso que nuestra propia existencia.

“Cuando somos
únicamente ego,
la única existencia
es
nuestra existencia”

Cuando no se tiene nada más grande que uno mismo para sacrificar nuestro bien más valioso que es el tiempo: se termina invirtiendo en uno mismo, y por ende nuestra existencia es desperdiciada.

Encontrar el propósito fuera de uno mismo, es el único propósito que conduce al bienestar.

Como toda vida está predestinada al sacrificio, cuando se encuentra un propósito fuera de uno: el sufrimiento adquiere significado.

Nietzsche plantea el sufrimiento como un modo de llegar a la felicidad, sin enfrentar el dolor nadie consigue nada. Para obtener las cosas que valen la pena, hay que sufrir. La felicidad no se consigue escapando de los problemas, sino trabajándolos para ponerlos a nuestro favor.

El sufrimiento es un estado que el hombre siempre ha querido evitar, pero parece que mientras más lo evita, más se sumerge en ese estado anímico, entonces, ¿qué sentido tiene evitarlo?

Viktor Frankl, en su libro “el hombre en busca de sentido” nos dice que todo le puede ser arrebatado al hombre, excepto una cosa, la libertad de elegir con qué actitud se enfrentará a cualquier situación. A pesar de que no puedas cambiar una situación que te produzca dolor, sí puedes elegir la actitud con la que afrontes ese sufrimiento, y esa actitud estará ligada a un sentido, es decir, a un “para qué”. Si tenemos un para qué podremos enfrentar cualquier circunstancia.

Implementar un propósito

Los propósitos deben implementarse cada día, en ellos se crea el hábito de la excelencia.

El hecho de servir a los demás en la medida que podamos nos acercará a la llegada de un amanecer repetido de plenitud, y nos alejará del constante de vacío circular que conforma una espiral de abandono del propio ser.

“La consecuencia
de habitar un propósito
es la plenitud”

El vacío existencial actual está englobado dentro del auge de las redes sociales que desconectan al hombre de su verdadera esencia.

“Naufragamos
cuando sólo vemos rumbos
y
dejamos de mirar a una dirección”

El individuo desorientado al disponer de una infinidad de direcciones opta por no moverse, opta por detenerse para así crear su inerme jaula de cristal.

La vida resulta abrumadora y opresiva cuando no se comprende por qué existimos, ni lo que debemos aportar.

La profunda insatisfacción hace que la experiencia de la vida sea un mal abrumador.

Cuando se encuentra el propósito nuestra perspectiva se transforma, ya que nuestra vida se transforma en un sacrificio forzado.

Crear un impacto positivo en otras personas te anuda a la pasión por la vida. En esa pasión todo se convierte en algo más profundo, nuestras huellas comienzan a dar forma a un camino: se adquiere un sentido de importancia.

Esa conexión con nuestra propia existencia desafía todos los obstáculos y límites, que únicamente son creencias que nuestra identidad tomó por ciertas.

Al generar un impacto positivo en los demás desbloqueamos nuestro verdadero potencial, ya que somos conscientes de que nuestra existencia… va más allá de nuestra propia existencia.

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