Ichigo Ichie: la filosofía del presente

Muchas personas anhelan ser grandes líderes tanto en su entorno personal, como en el laboral. Buscan fórmulas mágicas, recetas contemporáneas para así poder lograr el éxito. Todas ellas, finalmente sumidas en un mensaje repetido, terminan por ser copias aproximadas de otros.

Ser un gran líder no es algo contemporáneo, y está al alcance de todos.

A lo largo de los próximos minutos les daré las pautas para que puedan ser grandes líderes para ustedes mismos, y a partir de ello podrán ser grandes líderes para los demás.

Nos sumergiremos en las enseñanzas de la filosofía estoica, pero principalmente nos vamos a centrar en una filosofía oriental: la filosofía de Ichigo Ichie.

Presten atención que comenzamos …

Las casitas de té de Japón

Existen en Japón unas casitas de té que suelen hallarse en medio de la naturaleza, y algunas de ellas llevan en pie más de un siglo.

Desde estas casitas – al estar en medio de la naturaleza – se puede oír el sonido del agua al caer, el canto de los pájaros, los densos y agradables aromas del bosque, y también se puede contemplar en el horizonte un hermoso paisaje.

Dentro de estas casitas se lleva a cabo la ceremonia del té, donde el maestro espera a sus huéspedes con la voluntad de que ellos usen sus cinco sentidos para disfrutar al extremo de la experiencia que van a vivir juntos.

Y, efectivamente, existe esa voluntad por parte de los huéspedes de saborear cada segundo al máximo.

Observan con ávida atención a los precisos y elegantes movimientos del maestro del té. El maestro destaca la belleza de los utensilios utilizados para su elaboración, alaba el intenso sabor del té Matcha; y en ese marco bucólico destaca los atributos singulares de la estación en la que se hallan.

Todo ello genera un momento irrepetible.

En las puertas de las casas tradicionales de té japonés están inscritos los símbolos de Ichigo Ichie, para que sus clientes no olviden antes de entrar el valor del momento que están a punto de vivir.

La filosofía Ichigo Ichie

La frase Ichigo Ichie significa un encuentro, una oportunidad.

La filosofía Ichigo Ichie nos lleva a plantearnos una perspectiva única sobre el momento presente, enfatizando la importancia de la atención plena y de la presencia.

Esta filosofía Ichigo Ichie es una filosofía de presente, que no deben confundir con la popular «Carpe Diem».

La mentalidad «Carpe Diem» anima al individuo a aprovechar el día para su beneficio o placer personal.

Mientras, que la filosofía Ichigo Ichie fomenta una perspectiva concentrada y tranquila, donde el individuo debe involucrar plenamente a todos sus sentidos para así apreciar la naturaleza fugaz de cada momento.

Cuando comenzamos a involucrar a todos nuestros sentidos en nuestras pequeñas acciones diarias, vamos a ir cultivando un profundo aprecio por el presente.

El presente ha dejado de existir

Si ustedes observan a las personas, y hablan con ellas podrán notar dos sentimientos: depresión y ansiedad.

Vivir en el pasado nos causa depresión, mientras que vivir en el futuro nos causa ansiedad.

Estos dos males de la sociedad contemporánea son debidos a que hemos dejado de vivirnos, hemos dejado de ser presente.

Debemos volver a ser presente, no vivir alejados de los momentos que nos ofrece la vida constantemente.

Para
construir
nuestro futuro,
debemos
ser
sólo presente.

Cuando vivimos el «aquí – ahora» somos energía, y de una manera singular nuestro cuerpo se llena de vida. Cuando somos capaces de ofrecer vida, estamos un paso más cerca de lograr nuestro propósito (IKIGAI).

La atención plena y el amanecer

Una de las prácticas que propongo es la siguiente: utilicen todos sus sentidos, y pongan atención plena a cada amanecer o puesta de sol diaria.

Notarán que cada uno de ellos es absolutamente diferente al anterior: ese es el secreto de la filosofía Ichigo Ichie, que todo es irrepetible.

La mayoría de ustedes estarán relacionados con el mundo de los negocios, inversiones, etc.

Cuando apliquen la atención plena a su vida, se darán cuenta de que es la mejor inversión que han podido realizar.

La mejor inversión
es
invertir en tu tiempo.

Usar rutinas sin automatismos

Obviamente, las rutinas nos facilitan la vida, pero el problema de las rutinas es que se vuelven automáticas.

Realmente no somos conscientes del tiempo que pasamos viviendo en piloto automático, realmente no somos conscientes de que desperdiciamos la vida cuando se deja de sentir el entorno con la plenitud de los sentidos.

En piloto automático la mente divaga, y una mente que divaga es una mente infeliz.

Un reciente estudio del año 2010 -uno de los artículos más célebres de la psicología- realizado por la Universidad de Harvard, y publicado en la revista Science sentenciaba: una mente que divaga es una mente infeliz. Ergo, una mente en silencio es una mente feliz.

Una mente que deambula nos genera una sensación de insatisfacción y de vacío constante.

Esa sensación seguro que usted la experimenta con suma frecuencia, y ese estado de vacío constante lo intenta ocupar con mucha más actividad.

Pero, haga lo que haga, seguirá con la misma sensación.

La mayor causa de las infelicidades es la divagación mental

Esa divagación mental es ajetreo mental. Es un estado de constante diálogo interior: pensamientos de cosas del pasado y del futuro.

Caemos en un estado de ensoñación donde nuestra mente queda suspendida en un punto muy lejano. Estamos divagando, soñando despiertos. En ese momento, la red neuronal por defecto es quien asume todo el control de nuestro cerebro.

Podríamos comparar la red neuronal por defecto como un piloto automático. Es como un sistema que asume el control cuando nosotros desconectamos mentalmente.

Cuando se quiere ser un buen líder hay que huir de los automatismos.

Al utilizar la mente en modo automático se pierden los detalles que son de vital importancia, tanto para usted como para los que lo rodean.

En esos detalles, que son los que marcan la diferencia: nos fortalecemos en nuestra singularidad.

Volver
al presente,
te hará
ser observador
de los detalles
que recrean tu historia.

Los detalles y el éxito

Cuando nuestros pilares se construyen fuera de nuestro ser, fuera de nuestro presente: con el paso del tiempo no tienen donde agarrarse, y todo terminará por derrumbarse.

Al pasar demasiado tiempo en la mente, obviamos la importancia de nuestros acontecimientos diarios porque tenemos la falsa creencia de que mañana les volveremos a tener.

Esos acontecimientos nunca les volveremos a tener; porque jamás serán iguales, porque nunca volverán a ser los mismos.

En cualquier cosa que hagan por insignificante que les parezca presten atención plena, porque existen sutiles matices que los harán diferentes.

Los sutiles matices serán su mejora constante, sólo con incorporar un 1% diaria en su mejora en tan sólo dos años – por el interés compuesto – habrán mejorado más del doble en cualquier aspecto que se propongan.

Algo sencillo, pero sumamente eficaz.

Somos creadores de nuestra realidad

Todos los seres humanos son capaces de modificar su realidad, incluso de crear su propia realidad.

“La realidad
es
aquello a lo que yo le presto atención”. William James

Cuando tenemos la capacidad de controlar la atención somos capaces de dirigir a nuestra mente, y por ende somos creadores de nuestra propia realidad.

Cuando volvemos a recordar las palabras Ichigo Ichie: «un momento, una oportunidad», las mismas nos van a devolver a la realidad.

Nuestra realidad debe ser capaz en todo momento de poder ver por nuestros ojos, escuchar por nuestros oídos, oler por nuestra nariz, saborear con nuestra lengua y sentir a través de nuestra piel.

En definitiva, estar presente en cada instante con la plenitud de nuestros sentidos.

La realidad
no debe estar
en la mente:
debe estar en el presente,
debe ser el presente.

El miedo a la incertidumbre

Las personas quieren tener control sobre las cosas, quizás demasiado control, aunque en realidad no poseemos ningún control sobre las mismas.

Las personas se han olvidado de la pandemia, del aprendizaje que nos dejó la misma que no es otro que: no tenemos ningún control sobre el inminente futuro.

El hacernos conscientes de que la vida cambia minuto a minuto, segundo a segundo, tenemos el privilegio de tomar una decisión que lo puede cambiar todo.

No debemos tener miedo a la incertidumbre, únicamente debemos estar preparados para el presente.

Esta incertidumbre es bien conocida por los «traders» que ven cada día como todo fluctúa y cambia radicalmente en cuestión de minutos.

Estar enfocados
en el presente
nos hace ser dueños
de todas las certezas.

Somos dueños de nuestras decisiones

A lo largo del día, las personas tomamos una media de 35.000 decisiones y tan sólo somos completamente conscientes de una ínfima parte de ellas.

Concretamente, nuestro cerebro toma el 99,74% de las decisiones de manera automática, es decir, sin que realmente seamos conscientes de ellas.

La capacidad de vivir el presente nos hace ser dueños de nuestras decisiones, mientras que si las dejamos a cargo de nuestro subconsciente son únicamente incertidumbre.

Todo depende de ti, únicamente podemos controlar lo que depende de nosotros.

La metáfora del arquero

La dicotomía del control.

Supongamos que hemos entrenado duro para una competición de tiro con arco. Hemos elegido el mejor arco posible y las mejores flechas del mercado. Llega el momento de la competición y nos toca efectuar nuestro tiro a diana. Hasta justo ese momento, todo ha dependido de nuestro control. Pero una vez soltamos la flecha y ésta se dirige a su objetivo, ya no tenemos el control sobre el resultado. Puede de repente entrar una ráfaga de viento en la pista de tiro, o caerse la diana, o cualquier otra circunstancia desfavorable que nos impida tener éxito por mucho que hayamos entrenado.

Esta metáfora del arquero fue usada por el famoso filósofo estoico Cicerón.

Somos responsables
de la disciplina
de la siembra,
pero no del azar
de la cosecha.

La sociedad del «multi-tasking», la sociedad multitarea

Ese querer hacer muchas cosas a la vez, implica no hacer ninguna de manera consciente.

Ese «multi-tasking» termina por distraernos de nuestra vida y de la de los demás, esa distracción a su vez implica no estar presente ni en nuestra vida ni en la de los demás.

En estos tiempos en los que se valora de sobremanera la felicidad, el «multi-tasking» nos aleja del «estado de flow». Curiosamente, las personas más felices son la que poseen más «estado de flow», son aquellas que sólo hacen una única cosa en la que ponen todo su empeño.

Las personas que persigan ser buenos líderes deben poner toda su energía en realizar una sola cosa, y una vez concluida hacer la siguiente de la misma manera.

Un verdadero líder
debe estar en la vida,
no estar en todas las partes.

Un verdadero líder debe alejarse de la predominante «vida virtual».

Vuelta a lo analógico

Ustedes deben realizar el siguiente experimento por un día, o por unas horas: intenten desengancharse de las redes, y evitar todas las distracciones. Una vez terminado el proceso se plantearán si la vida que llevan es real.

Antes o después las personas van a estar exacerbadamente saturadas de pantallas y de distracciones virtuales. En ese momento se pondrá de moda lo analógico.

Quedar en un parque, abrazarse, leer un libro de papel, salir de paseo… volver a lo que nos hace más humanos.

Una vida analógica crea momentos especiales

Al haber adoptado el principio Ichigo Ichie hemos cultivado un aprecio muy profundo por el presente, y desde ese aprecio se enriquecen nuestras experiencias diarias.

En una vida analógica los momentos especiales se crean. Algunas personas piensan que los momentos especiales se dan por casualidad, esto es un error muy común.

En un mundo dominado por las prisas es de vital importancia detener el tiempo. En esa pausa podemos crear y cultivar los momentos verdaderamente significativos para nosotros.

En la ceremonia del té se recuerda que los momentos especiales no son únicamente algo que suceda por casualidad.

Cuando creamos momentos especiales apreciamos plenamente la vida, lo que nos lleva a detenernos ante la belleza de la misma.

Todas las posibilidades residen en el presente

Muchas personas buscan soluciones en el futuro, en la incertidumbre del futuro. Un buen líder debe buscar las soluciones en el presente, donde todo son certezas.

El momento presente es donde reside todo un inmenso potencial, y nuestra misión es explorar el mismo.

Cuando exploramos las posibilidades nacen los rumbos, y desde esos rumbos se van trazando los caminos de nuestro destino.

La vida es presente, y se modela con nuestras decisiones

Muchos
buscan un destino
sin
usar la brújula del presente.

El presente
es
nuestra única brújula.

Cuando queremos trazar un camino debemos eliminar los obstáculos que nos impidan avanzar.

La eliminación de esos obstáculos deben realizarse en su entorno actual, el que usted puede modificar.

Cuando nos encontramos un obstáculo las personas solemos esquivar al mismo, esto nos hará tomar caminos diferentes: no el camino que nos conducirá a nuestro verdadero destino.

No debemos olvidar que somos agentes activos de nuestro propio destino.

El destino
no está prefijado,
se delimita
por la precisión de nuestros pasos.

Sincronicidades, coincidencias

Los destinos
se moldean
desde nuestro interior.

Cuando nuestra mente está inquieta, al estar acelerada pasa por alto las coincidencias, las sincronicidades.

El concepto de sincronicidad fue definido por Carl Jung en 1964 en su obra: “la interpretación de la naturaleza y la psique”. Jung definió a la sincronicidad como la coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante.

Cuando menos te lo esperas y más lo necesitas aparece una señal, una información, una persona. Este es el fascinante mundo de las sincronicidades, que nos viene a demostrar que no hay azar, y que existe en lo cotidiano y ordinario una vía hacia lo extraordinario.

Las sincronicidades
son
casualidades con significado.

Esas coincidencias se dejan pasar por alto porque vivimos desconectados de nuestro entorno. No obstante, detectar conexiones dentro de nuestro entorno sólo se puede cultivar con una mente abierta.

En este avance demoledor de la tecnología, el ser humano ha perdido el gusto por la beldad de las cosas intangibles.

Las cosas intangibles son esas que nos hacen anudarnos a nuestra inseparable esencia.

Las cosas intangibles a las que hago referencia son: la intuición, las corazonadas, o el perderse en una mirada.

Cuando nos desconectamos de las pantallas en una simple acción como puede ser pasear, nuestros sentidos están más atento a las sincronicidades. Lo que ocurre simplemente es que nuestros sentidos están atentos: oyen los ruidos disonantes de la calle, y entre ellos incluso pueden encontrar la armonía distante del canto de un pájaro lejano.

La vida
comienza a latir
cuando
te acercas a tus sentidos.

La vida nos ofrece un excelso tapiz de experiencias. Desde nuestro presente podemos apreciar y beneficiarnos de las mismas.

Cuando caminamos por una calle abarrotada podemos encontrarnos con una persona que despierte nuestro interés, pero para que esto suceda debemos tener entrenada a nuestra mente atenta.

Esa instantánea fugaz jamás podrá volver a ser replicada.

Los beneficios de una mente atenta es que es capaz de reconocer los aspectos que se alinean con nuestra personalidad: los deseos, las emociones y los pensamientos.

Los placeres de la vida no se dilatan en el tiempo, son inevitablemente fugaces. Pero, cuando hemos desarrollado la atención plena, a su vez hemos desarrollado la capacidad de deleitarnos con esos placeres fugaces de la vida.

«No podemos bañarnos
dos veces
en el mismo río». Heráclito

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La columna del domingo. La «sociedad disfuncional»: el edadismo

«Todo
lo artificial
niega la naturaleza»

El ser humano intenta escapar de una naturaleza de la que no puede salir.

En la sociedad contemporánea la mayor parte de las cosas que se realizan cotidianamente van en contra de nuestra naturaleza, y todo ello genera en el individuo una desnaturalización.

En esa desnaturalización se acentúan los miedos que acechan a nuestro presente, es por ello que paulatinamente se haya dejado de vivir en el presente.

La sobreprotección está generada por los miedos heredados. Los padres de esta nueva época, engullidos por una vida polarizada, intentan que sus hijos no sean partícipes del conflicto que ellos viven.

La sobreprotección
es el egoísmo
de sentirte seguro.

La vida es conflicto, por ello el individuo debe ser partícipe de la lucha desde su infancia.

La lucha no debe verse como algo negativo. La lucha nos proporciona el perpetuo aprendizaje de nuestros límites.

En ese aprendizaje desde la lucha, es desde el cual seremos capaces de comenzar a resolver los conflictos.

La sociedad artificial engaña al individuo con eslóganes como: «no limits». Precisamente, en esa búsqueda del límite que sí existe: es donde sabremos hasta donde podemos llegar.

Cuando no ponemos a prueba nuestros límites nos convertimos en adictos a la comodidad. Esa comodidad nos aleja de la satisfacción de nuestro propio conocimiento.

Cuando eres sabedor de hasta donde puedes llegar, también eres sabedor de cuáles son tus límites; es entonces, cuando comienzas a respetar al que es más débil que tú.

El ser humano al estar desnaturalizado, y al vivir en la mentira de lo artificial se cree más débil de lo que realmente es.

La mezcla del miedo con la debilidad nos condujo a una «sociedad disfuncional». Es la que ahora vivimos, y que es incapaz de resolver problemas.

Sólo se puede aprender desde la experiencia, desde lo más antiguo. Es por ello, que la «sociedad disfuncional» al intentar aislar a lo antiguo vaga en la más absoluta nada.

Verán, una sociedad avanzada se debe basar en una escala de valores recolectados por sus habitantes más antiguos.

Un ejemplo perfecto se da en las artes marciales. Les voy a exponer como debe fluir una sociedad avanzada mediante dos figura: la del senpai, y la del kohai.

El término senpai de origen japonés significa guía o compañero de antes. Es el compañero con más antigüedad respecto al nuevo miembro, por lo que posee más conocimiento y experiencia.

Utilizamos la palabra senpai, para referirnos con respeto a una persona mayor o con más experiencia.

El senpai se caracteriza por ser la persona con mayor experiencia, jerarquía y con conocimientos que brinda ayuda o consejo en sus funciones al nuevo miembro.

En consideración a lo anterior, el nuevo miembro o sin experiencia es llamado kohai, quien debe demostrar interés, respeto y agradecimiento al senpai por la ayuda ofrecida para lograr un buen desempeño en sus funciones.

Frecuentemente, los senpai asumen responsabilidad con relación al kohai, como si fuese un mentor.

Sin lugar a dudas, la relación entre senpai-kohai es rígida y disciplinada.

Nuestra obligación es tener referentes para así poder tener mentores que nos ayuden a interpretar el mundo.

Un senpai siempre estará adelantado a ti, porque ya vivió lo que tú aún has de descubrir.

Algo tan sencillo como que se debe respetar y admirar a la experiencia, a la «sociedad disfuncional» se le olvidó.

El edadismo

El edadismo fue un término acuñado por Robert Butler en la década de los 60 para referirse a los estereotipos y prejuicios existentes con relación a la edad.

Según un informe de las Naciones Unidas del 18 de marzo de 2021, alertó: «El edadismo es un problema mundial».

El edadismo conduce a una salud más pobre, al aislamiento social, a muertes tempranas y cuesta a las economías miles de millones de dólares: en un informe se pide actuar con rapidez para aplicar estrategias eficaces contra este problema.

Según el informe de las Naciones Unidas sobre el edadismo, se calcula que una de cada dos personas en el mundo tiene actitudes edadistas, lo que empobrece la salud física y mental de las personas mayores, además de reducir su calidad de vida, y cuesta cada año miles de millones de dólares a la sociedad.

El edadismo tiene consecuencias graves y amplias para la salud y el bienestar de las personas. Entre las personas mayores, el edadismo se asocia con una peor salud física y mental, un mayor aislamiento social y soledad, una mayor inseguridad financiera, una menor calidad de vida y unas mayores tasas de muertes prematuras. Se calcula que 6,3 millones de casos de depresión en todo el mundo son atribuibles al edadismo.

El edadismo es la tercera causa de discriminación en el mundo.

El edadismo es consecuencia de la «sociedad disfuncional»

A lo largo de toda mi existencia he podido comprobar que ningún ser humano puede conseguir nada solo, siempre necesita de: apoyo, ayuda e inspiración.

El ser humano siempre necesita en su presente de al menos un mentor o un senpai.

Todos mis conocimientos han sido adquiridos gracias a la disciplina que mis mayores me recalcaron desde la cuna. A ellos les debo el aplomo diario por aferrarme a la infravalorada cultura. Es por ello que todo se lo debo a ellos.

La vida es un eterno retorno, es por ello que uno se vuelve senpai por el mero hecho de que el tiempo transcurre inexorablemente.

No obstante, este camino se puede tapiar por la ausencia de jóvenes a los que guiar.

Insto a todos los jóvenes que leen mis escritos a que dejen de ser presas de lo artificial, y aprendan de las personas más longevas que tienen a su alrededor. Sólo ellas les podrán hacer cambiar su mirada, pero para ello sólo deben prestar atención a su corazón.

Un corazón sólo puede latir cuando se acerca a su esencia.

Fuera de nuestra esencia somos pasto de una sociedad que no se respeta.
Un ser que no respeta a los demás, nunca se puede respetar a sí mismo.

El respeto es un intercambio. Hay que merecérselo, pero cuando se obtiene es el mayor de los regalos.

El privilegio de todo senpai es la responsabilidad. El hecho de cuidar a los más jóvenes es la satisfacción de la madurez.

Los caminos
más difíciles
son los menos transitados.

Debemos volver a aprender en una simbiosis con los jóvenes, sólo así seremos capaces de transcender a la victoria. En ese momento seremos únicamente presente.

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COLORES

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Los colores: siempre me han maravillado, por su textura, porque realmente son ilusiones, y porque cada uno de nosotros les apreciamos de manera diferente. Aún me fascina, ver como a distintas intensidades de luz, estos tornan. Como en un poema, cuando pasa el tiempo y con él; las intensidades garabateadas en los vestigios de la memoria.

Los colores, no se aprenden. Se sienten como la poesía. Estos dos elementos, se hibridan para ocupar lugares dentro del agujero negro del alma. Allí, se pierden. No recordamos lo que un día escribimos y porque lo escribimos.

Muchos han olvidado, que la gama cromática de la literatura, se extiende en el plano restringido de la libertad y las briznas que se pegan a sus zapatos, que un día no tuvieron cordones…….les hacen no poder mirar a la bóveda y así poder cambiar de tonalidades. Se confinan en un plano “azul-rojo”, tan apagado y tan obvio, que la literatura no debería estar envuelta en esos papeles bicoloreados, que descuartizan las letras como los buitres al animal herido de la creatividad.

Nos encerramos tanto en jerarquías, que sólo los colores entienden que el patrón donde tienen que manejarse, es circular. No tiene picos. Esos, desde donde unos pocos otean con la soberbia del que se define como maestro.

Los picos, dan patrones repetitivos de ascenso y descenso. Y en esos devaneos, terminamos mareándonos. Nos tenemos que adaptar a la

fijación al suelo. Error. Los colores y la literatura son aire, todo lo que tocan es el aire. En la biblioteca de las obras inmortales: respiran los sonidos, se oyen los colores. En esa sinestesia, se difumina el extremismo y se condensa el devaluado término medio. Que no es otro, que el que da la transparencia, donde poder encontrar el blanco….ese donde subrayaste lo que nunca te atreviste a escribir; o ese negro, donde guardas la horma donde no quieres volverte a moldear.

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